jueves, octubre 02, 2003

Síndrome de Down

Como no entiendo muy bien la cuestión políticamente correcta de llamar a la gente que sufre este mal como "con capacidades diferentes" me tendré que referir a ellos como gente con Síndrome de Down, que es de hecho lo que padecen.

Está de moda el rollo de la empresa socialmente responsable. Hace poco me tocó ver en el call center de Bital que tienen trabajando a gente ciega atendiendo por teléfono. Con aparatos especiales para su discapacidad, son capaces de atender el 80% de las llamadas que atiende un empleado ordinario. Obvio que es conmovedor verlos atender las llamadas. De acuerdo, los sueldos son tan malos como los de cualquier call center, pero creo que es una buena oportunidad de cualquier forma.

Hace rato en el Burger King que está en División del Norte y Eje 5 Sur Eugenia pasé a pedir una Whooper y mi sorpresa fue que me la entregó un chavo con Sindrome de Down. Extremadamente solícito (si van seguido a algún auto-king, auto-mac o auto-lo-que-sea sabrán que eso no existe) y obviamente, tierno hasta decir basta: "¿Cuán-tas cat-sup pa-ra sus pa-pas?", "¿De que sa-boor ees ssu be-bi-i-da?"

Estoy madreado. Ver a alguien así siempre me pone mal. Jimena en el kinder tenía un compañerito así y cada clase abierta que tenía o que me tocaba recogerla en la tarde o lo que sea, Iñaki (así se llama el niño) se me lanzaba corriendo a los brazos y no me lo despegaba hasta que se ponía a llorar. Ver a este amigo trabajando ahí, con esas ganas, simplemente me jode.

Hay que echarle ganas

Dos de Octubre no se olvida, es de lucha combativa...

Y por supuesto, hay que siquiera mencionarlo. Un columnista que me ha llamado mucho la atención últimamente es Jairo Calixto Albarrán. Es algo así como el Germán Dehesa de los pobres. Calculo que treintañero (sus referencias kitsch son las mismas que todos los de nuestra edad) a veces acompaña a Carlos Marín en la pésima emisión televisiva de Milenio Diario los viernes en el 2, después de Televisa Deportes. Ni él ni Carlos son para la televisión, deben aceptar su condición de proletarios tinteros, en la que sí sobresalen notoriamente. Bueno, todo este rollote (marco de referencia me aceptan?) es para recomendarles su columna del día de hoy en Milenio. Es bastante lúcida y no se tira al drama como la mayoría. Creo que el hecho de Tlatelolco en sí es suficientemente dramático como para agregarle la tradicional carga de "Lágrimas y risas" con las que solemos aderezar los hechos de nuestra vida pública y privada. Es, diría Dehesa, una enfermedad tenochca.