Yo pensé que ya estábamos en el siglo XXI, pero me doy cuenta que no, que la realidad es otra. Ayer platicando con un tipo que tiene dos hijos, una de seis y otro de tres, de súbito mi natural optimismo se desinfló. No lo podía creer. Hice un comentario en una reunión de "padres jóvenes" respecto que mi hija tiene todo el derecho de cuestionar cualquier cosa que yo le pida y que si no le doy suficientes razones ella está en su derecho de no "obedecer" (de entrada la palabra obediencia es ya nauseabunda). Nunca había visto a ese tipo (nos presentaron vía unos amigos) y muy digno alzó su voz para decir: "Mi hija no tiene derecho a cuestionarme nada, me obedece porque YO digo".
Los que me conocen saben que no soy muy tolerante con la estulticia. Pero mi problema es que la pendejez extrema me pone fuera de quicio: "A ver pendejo, si tú te equivocas al decirle algo a tu hija, nadie te corrige?" "no - contesta muy digno - hasta que no sea mayor, no puede cuestionar mi autoridad, es un principio básico del mundo y tiene que aprenderlo desde niña"
No, pus con razón. Nunca he sido un rebelde. Pero siempre he creído en la libertad individual como valor, si no supremo (tampoco creo en absolutos) sí uno de los principales. Ya saben, todo el rollo de libertad con responsabilidad, autodisciplina como oposición a disciplina impuesta, encontrar el límite de la libertad propia en la libertad de los otros.
Pero que alguien de mi edad, con una formación académica similar, con una vida profesional similar, me diga que su padre lo educó así y que por eso él hará lo mismo con sus hijos me parece no sólo patético por él sino trágico por sus hijos. Y tal cual, intentar acercarse a platicar con esos niños es misión imposible, mueren de miedo de solo ver a un "señor". Pero en cambio en los juegos ordenan y ordenan hasta quedarse solos. Jimena toreó cuanto pudo a la niña (Fernanda) hasta que se hartó y le dijo a Dani, la tercera amiga en discordia: "Vámonos Dani, Fer no sabe jugar".
La esposa, para no ser menos, completamente callada durante la "discusión" de dos horas. Y en cuanto el marido se levanta para una escala técnica, dice con sumisión: "ha cambiado mucho, y yo espero que cambie más, de verdad".
Edith y yo nos miramos y si no es por nuestra infinita diplomacia, nos hubieramos tirado al suelo de la risa. Risa trágica, insisto. Entiendo que muchos padres no sepamos qué hacer con nuestros hijos. Pero de eso a tener una posición del siglo XV y además presumirla? Está cabrón.
Mi esposa y yo hemos hecho modestos intentos por influir y, quizá, aconsejar a nuestros amigos y conocidos en este muy dificil camino de ser padres y educar bien a los hijos. No aconsejar como autoridad, pero sí como padres conscientes. Analizamos cada etapa de desarrollo de Jimena y buscamos claves de éxito o de fracaso. En la mayoría de los casos hemos encontrado disposición, ya que es un tema importante que quizá se "soba" demasiado pero se analiza poco a profundidad. Durante esas diferentes pláticas, desde hace 5 años, he visto diferentes posiciones; ninguna tan radical, puesto que, honestamente, sólo ha sido en el círculo de amistades y familiares que, por fuerza, mantienen cierta afinidad. Pero esto me shockeó y me dí cuenta de lo aislados que estamos y de lo mucho que hay por hacer para crecer como sociedad.