Si el siglo XX empezó en Sarajevo es justo decir que hoy, 2 de abril de 2005, ha por fin terminado.
Nunca fui "tocado" por su carisma. Nunca le creí, ni siquiera cuando fui devoto, en mi adolescencia, cuando mi cuerpo quería pecado y mi mente no sabía atender esos pedidos. Yo oraba a veces, incluso a la Virgen, de la que se dice que el era devotísimo. Después, en el 90, a raíz del Padrino 3, traté de investigar sobre el lado no espiritual sino político de Karol Wojtyla. Me enteré de su apoyo a la revolución polaca y a Lech Walessa. La forma en la que usó las iglesias de Europa Oriental para luchar contra el comunismo. Su alianza tácita con sujetos de dudosa calidad moral, Ronald Reagan y Margaret Tacher.
En México padecí la euforía de su culto. El papamóvil pasó frente a donde yo vivía en 1999 y mi madre y mi suegra lo vieron desde la ventana de mi casa, emocionadas. A pesar de que yo recuerdo las misas que invocaban al Papa Paulo VI, que es cuando más fui a misa, siendo niño,la verdad es que soy parte de una generación inusitada, que bien puede decir, teniendo tres décadas en el mundo, que sólo ha visto/conocido/admirado/padecido/sufrido un Papa.
Su conservadurismo y fundamentalismo contrastan con su peregrinaje y activismo. Un cristiano (evangélico, no católico) me dijo hace poco que si bien su posición política y social era debatible, Juan Pablo II era, indudablemente, un cristiano de corazón, lo que sea que eso signifique.
En efecto, el cristianismo es la base de esta nuestra sociedad occidental. Hace dos minutos, conforme escribo esto, las campanas de Roma tañen anunciando la muerte que ocurrió hace 50 minutos. La Historia se hace todos los días, no por eventos o "milestones", pero sin duda son esos eventos los que nos ayudan a ubicar, en el tiempo, los cambios sociales. Empieza el siglo XXI. Si uno lee cosas y busca símbolos, encontrará sin duda señales apesadumbradoras. Yo prefiero observar la sociedad y constatar cómo estamos, poco a poco, creciendo y siendo un poco mejores. Juan Pablo II fue, con su peregrinaje, un Papa que hizo que la modernidad, vía la globalización, entrara a la Iglesia. Esa marca no la podrá quitar nadie, ni siquiera él mismo, que tanto hizo por endurecer los dogmas y las posiciones conservadoras.