Otro error reciente que cometí con Jimena fue una malentendida "manga ancha" de libertad. De alguna forma inocente pensé que dejarla hacer lo que quisiera era un buen camino para ella. No ha sido así, sino muy al contrario. Esa libertad de repente pareció abandono y la distancia entre nosotros se fue ampliando. Ya no veíamos televisión juntos, por ejemplo. Ella en su cuarto en las noches veía TV un rato, y los sábados y domingos en la mañana. Antes esos momentos idiotizantes eran parte de nuestro tiempo juntos, de nuestra conexión.
Nunca hemos sido familia deportista, por lo menos no yo y Edith hace sus rutinas aeróbicas pero sin gran denuedo, nomás de mantenimiento, de hecho las hacen juntas ellas, así que tampoco ocurre el ir al parque a andar en bicicleta juntos (se me hace que pronto no me va a quedar de otra). Pero las actividades que hacíamos juntos se redujeron a las salidas de fin de semana y las mañanas rumbo a la escuela. De repente pasó, sin que nos diéramos cuenta, que nos abandonamos el uno al otro. Principalmente Jime y yo, no tanto Edith. Nada trágico, pero nuestras pequeñas vidas empezaron a cruzarse menos.
Y de repente la niña súper selectiva para los TV Shows (un poco de Disney Channel, un poco de Cartoon Network, un poco de Nick, un poco de Discovery Kids y un poco de Once TV) cayó en la ignominiosa trampa de los Power Rangers. De más pequeña no le gustaban, me consta que con sus amiguitos siempre pedía cambiar el juego o el canal, pero de repente, como si hubiera caído en una regresión hipnótica, se instaló en receptora atontada (me niego a llamarle a mi hija de otra forma). Decidió que la TV ya no le ayudaba a pensar y más bien quiso que le ayudara a dejar de pensar.
Ese y otros síntomas detectamos este periodo vacacional que terminó ayer. Asumimos nuestra responsabilidad. No es, en sentido estricto, una restricción a su libertad lo que haremos. Es tejer más fino el hilo. Ya no es un bebé dependiente, sino una niña interdependiente. No necesariamente dependiente, no totalmente independiente. Nos reencontramos vía diferentes actividades y un par de regaños.
Los lazos que nos unen son maravillosamente ubicuos y flexibles; no me gusta dejar de verlos ni perderlos de vista, ni dejar de sentirlos. Me gusta estar atado a ella.