miércoles, abril 27, 2005

¿Dónde dejé mi sentido del humor? (mi unicornio azul se emborrachó con tu pegaso rojo)

Tengo que teorizar sobre el humor. Mi vida así me lo pide. Es lo más absurdo que haya tenido yo que intentar razonar. Sólo hay una razón en el mundo que sea tan importante por la que yo ocuparía teclazos y el remedo de neuronas que tengo en el cráneo en hacer algo tan absurdo como razonar el humor: Jimena.

Antes de salir de viaje, justo la noche del domingo, estalló en llanto: "Mamá, todas mis risas son falsas!", "Sí Jime, ya lo sabíamos"...

A Jime no la hacen reir los mocos, la caca, los pedos ni demás parafernalia escatológica "propia de la infancia". Yo pensé, puesto que eso ya pudo haberle dado risa hace 3 ó 4 años, que era debido a la extraordinaria pulcritud de su mamá y la poca propensión de su padre a hacer chistes de esa especie. Yo soy aún más simple y me río profusamente con chistes del tipo "¿cuál es el colmo de?" pero la mierda nunca me ha dado risa. Incluso, como dijo por ahí el Gabo, era yo de los que le tenían asco a mi propia mierda (o que confunden el culo con las témporas). Ya me curé de esa puritana enfermedad, vía intensivos tratamientos de mierda propia y unos dispositivos respiratorios (a.k.a. tanques de oxígeno) instalados en los lugares donde comunmente cago.

Pero no, no tiene mucho que ver con su herencia puesto que Jime no es asquerosa ni repelente a las porquerías escatológicas, simplemente NO le da risa.

Y Jimena adora la risa. Ella es feliz jugando cosquillas porque es la mejor forma en la que puede experimentar el delicioso placer de la risa natural. Mafalda consigue un poco de sonrisas, Les Luthiers, algunos segmentos, lo logran también. Y también los chistes de colmos, algunos. A últimas fechas, habiendo comprendido lo que son el sarcasmo y la ironía (y la sutil diferencia entre ambos) ha intentado también reírse y reconstruir esos mecanismos en su vida diaria (sí, estamos creando un monstruo)

Pero Jimena lleva años sin conocer el sentido del humor auténtico, natural, que salga de las tripas. Me sentí parcialmente culpable puesto que ella me ve gozar y reír con, literalmente, cualquier pendejada. Creo que eso se le antoja pero tiene tal ansia en "experimentar la sensación" que eso mismo, creo, obnubila su capacidad de sorpresa, de sentir el humor.

No digo que no sea feliz, que no sonría, que no se ría un poco de vez en cuando, en general su vida es feliz, pero su afán de experimentar esos clímax de alegría que se derivan de un buen chiste le han impedido conseguir una risa auténtica ante una narración o situación. Pero es un círculo vicioso puesto que entre menos lo logra, más ansias genera, esas mismas ansias que la bloquean.

Agradeceremos mucho si se sirviesen, caros lectores, dejar en los comentarios algún chiste bobo infantil para intentar terapear a Jimena y conseguir que se quite ese chipote virtual de la cabeza, yo sé, que como muchas cosas con ellas, la cosa es pian pianito, y que cada día hay que arar el porvenir para lograr el objetivo. Pero para caminar un millón de pasos, como siempre, hay que dar el primero.