El ejercicio de ?storytelling? es quizá la forma de entretenimiento humano más poderosa de la historia. Cierto que la poesía y la música acompañan los momentos más intensos de la vida de cada quién y suelen marcar hitos en las pequeñas historias individuales, pero son siempre las historias narradas, los pequeños cuentos, mitos, leyendas y novelas las que, en ?time share? se llevan la mayor tajada de atención, de ocupación. Son incluso las que trascienden y representan el estado del inconsciente colectivo en un momento determinado.
Somos ejecutantes de vidas pasadas, guiones escritos con anticipación, a veces demasiada anticipación, a veces demasiado repetidos. Como los intérpretes, solamente ponemos nuestro toque personal. Hay versiones que suenan tan distintas que parece que son guiones opuestos. Hay formas maravillosas de ejecutar las vidas más aburridas e insípidas.
Entre los tipos (?sabores?) de storytelling que yo prefiero están sin duda los de acción pura. No me veo leyendo completo el Ulises de Joyce y el Quijote se me atraganta cada dos párrafos. Me gusta reflexionar yo o abandonarme a los sucesos ocurriendo en cascada para, a veces, si lo valen, reflexionarlos yo después. Creo que por eso me he vuelto fanático del cine ligero, frívolo: Me cuentan su versión de sucesos específicos y yo tomo lo que buenamente se me antoja, Conecto líneas que sólo yo imagino. Codifico y decodifico claves que solamente yo poseo. Egoísmo puro.
Once in a while soy capaz de encontrar, leer, y/o armar una pequeña narración coherente sin referencias oscuras, un párrafo autocontenido, un viaje de un solo sentido. La pureza, la transparencia de ese objeto suele ser mi alimento de ideas durante semanas. La acción constante es donde encuentro mi forma. Sólo sé traducir ideas que concreten acción. Las ideas que no ocurren me provocan cortocircuito. Ocurrir es la única forma que yo distingo en las ideas. Mi imaginación sólo me ayuda a buscar la más remota e ínfima posibilidad de que las cosas (las ideas) verdaderamente ocurran.
Me gusta pensar en esa calidad de las ideas, en representaciones de lo posible. Y claro que me gusta el desafío de entender lo que sí es posible que ocurra. Nunca he dejado de ser niño.