martes, abril 13, 2004

Haciendo el caldo gordo -spoilers-

La película de Mel Gibson acaba de convertirse en la primera en "reconquistar" el primer lugar de recaudación en taquilla en Estados Unidos después de cinco semanas de exhibición. Fue un movimiento mercadológico completamente previsible, puesto que la película inició su exhibición la semana del miércoles de ceniza y ha durado toda la cuaresma. Con 355 millones de dólares recaudados hasta la fecha, es posible que alcance el sexto lugar que ahora ocupa El Hombre Araña con 400 millones (poco más).

Y como un gusto de cuando estamos solos es irnos al cine, pues anoche nos metimos a ver la famosa Pasión. Yo había hecho un lema: No voy a ir a pagar para ver publicidad de un producto que me quieren vender. O sea, encima de que me quieren vender, ¿tengo que pagar por ver el infomercial? Sí, fue una posición en extremo reduccionista. Además, sí que hay lugares donde uno paga para ver publicidad. La versión de Asakhira respecto a que es una obra de arte sacro terminó por convencerme.

Yo esperaba ver, entonces, un prodigio de técnica. Y mi decepción vino justamente en la parte más mencionada, la de los famosos azotes. Todo mundo que platica la película platica sobre los azotes. Puesto que ya hasta mi madre me la había platicado (es posible que esta película sea la primera en toda mi vida que ve mi madre primero que yo) pensé, correctamente, que era el recurso de Gibson para reforzar el mensaje católico del martirio. Pero por lo mismo, pensé que lo cuidaría más.

Hace tiempo leí una crítica que no recuerdo en sus detalles pero sí en su concepto amplio: El cine debe ser creíble, verosímil. No quiere decir que siempre tenga que decir la verdad, lo que dice es que lo que se narra visualmente debe ser, de alguna forma que yo villamelón desconozco, creíble. Y la segunda parte de los azotes, con las navajas que arrancan pedazos de madera, es inverosímil completamente. Esas madres arrancarían pedazos de órganos si se clavaran con esa fuerza en cualquier cuerpo. De hecho, ciento y pico de azotes bien dados con las primeras varas que se usaron producirían, en la vida real, justo el mismo efecto que se quiso retratar con esas navajas. También cambia el hombro roto a la hora de la crucifixión, puesto que en la escena rompe el derecho y ya en las tomas del Cristo crucificado el que parece roto es el izquierdo. Se supone que la lanza traspasa el lado izquierdo de Jesús (el del corazón) y en la película le traspasan el lado derecho. Ya ni mencionar el hecho, muy comprobado a últimas fechas, de que las crucifixiones eran con clavos en las muñecas y no en las manos.

Otro detalle muy significativo es la belleza tanto de Jesús como de María y Magdalena. Es impresionante, y muy provocador, poner un Jesús tan guapo y a una Magdalena que, en el imaginario e inconsciente colectivo resulta que acaba de aparecer en dos películas con vestido de plástico hipervoluptuosa y súper guapa. Ok, María no es nada sexy (eso sí estuvo muy congruente) pero es una mujer muy hermosa también.

Lo que nadie me había platicado y me llama sobremanera la atención el silencio al respecto, es la aparición y personificiación del Maligno. Ése wey sí me dio un sustote, varios, mejor dicho. Me gustó mucho el mensaje de que, siendo el diablo (Lucifer, Satanás, como sea que se llame ese cabrón) algo tan malo, no puede propiamente tener un hijo "niño", sino una chingadera extraña como esa que sale en la película. Los niños son algo muy hermoso (y ruidoso, dice bien Don Oruga) como para estar con el demonio.

Cuando vas a ver una película y tus expectativas al respecto son bajas, sueles salir recompensado. No fue el caso. Yo sabía a lo que iba y a pesar de todo me pude llevar un par de decepciones más. Pero como acontecimiento social, me gusta dejar pues, mi opinión al respecto. Y sí, su influencia me intriga. No lo entiendo.