viernes, abril 16, 2004

Dos horas diarias

El que duerme se pierde de mucho ver

John Smith, Los tres García

Sí, gracias a las vacaciones de Jimena me he podido quedar jetón dos horas diarias más y aprovechando que en el trabajo cuento con ciertos privilegios de horario (no me checan mucho la hora de llegada) en lugar de mis habituales 8:20 am, estoy llegando a las 10:20 am.

Considerando la capacidad productiva, estoy perdiendo 20% de mi tiempo "hábil". Pero considerando el tiempo cualitativo, perdí la capacidad de distribuir mis labores con cierto criterio y de combinar mi vicio blogueril (escribir y leer) mi vicio chatero (MSN Messenger) y mis deberes normales, que además, se están empezando a acelerar (el año está agarrando saborcito). Por lo tanto, me siento como "chato" esta semana, como que le faltó sal y pimienta (y ajo y especias, albahaca y mejorana, romero y tomillo). Pero sí, me sobró sueño.

En Semana Santa nos dimos el gusto de estirar los músculos. Tenía fácil cinco años (o diez, o quince) que no hacía "tanto" ejercicio. Unos partiditos de tenis, de volibol, algo de bicla. Pensé que lo iba a resentir más, y aunque es cierto que el domingo tuve que llamar una grúa de 40 toneladas para que me levantase de la cama, la verdad es que en general la estirada me sentó bastante bien. Ahora empiezo, lento pero seguro, a entender que el deporte no es tan malo como yo creía (al practicarlo) y que definitivamente necesito hacer ejercicio. Pero también descubrí que el snobismo del fitness no me va. No encuentro gusto en la caminadora o la bicicleta estática. Lo que me gusta es pegarle a la pelota, diversiones más sencillas. El tiempo ahí está, dos horas diarias. O una, o una hora a la semana. Algo, cualquier cosa es mejor que nada.