jueves, marzo 04, 2004

Pequeña receta de cocina

Toda mujer anhela al hombre perfecto. Ningún hombre anhela la mujer perfecta. Nosotros somos unos fáciles, nos enamoramos de la que sea. Las mujeres siempre buscan más. Desean, quizá sea más propio, un hombre bueno, fiel, inteligente (si es posible guapo). La realidad ofrece pocos elementos con todos esos ingredientes, pero muchos que tienen una de cuatro. Así que la insatisfacción es permanente. La combinación más dificil de encontrar es la de inteligente con bueno. La fidelidad, ni mencionarla, es una buena broma.

¿Qué dan las mujeres a cambio? Este... nunca he sido buen crítico del género femenino, tengo más experiencia siendo hombre y analizando mis defectos. Edith es la que me "pasa las respuestas" en esos casos. Como he sido muy afortunado en haberla encontrado a ella en una fase temprana de mi vida, tampoco tuve oportunidad de tener malas experiencias. Pienso en mis padres y no soy objetivo. Mi padre fue siempre el malo. Pero mi madre cometió errores, claro que sí. No sé qué tantos. Los intuyo, sólo eso.

En un cartón de Maitena de hace tiempo (no hay liga, no lo encuentro en la red), Edith y yo encontramos una pequeña fórmula que creemos constituye el núcleo de nuestra relación. Paso a presumírselas por si alguien la considera de utilidad:

Compañerismo: Acompañarse el uno al otro. Estar juntos, no cada quien en lo suyo. Entretenerse juntos. Es un poco aquello de "gustos similares". No en todo, claro, aquí falta curiosidad por aprender, en general de cualquier cosa, porque nunca sabes con qué gusto extraño te vaya a salir de repente tu pareja. Curiosidad para acompañar.

Pasión: ¿Necesito explicarlo?, nunca me ha tocado ver el caso ese de "me duele la cabeza". Digo, no por presumir. Pero sí es necesario estar pendiente de la disposición correcta. Y que las veces que uno diga "no" sean pocas y bien justificadas. Yo no creo que las mujeres ya usen mucho ese argumento. Pero de colchones cada quien sabe su propia historia.

Respeto: Esto es lo más dificil. Edith le caía como piedra en el hígado a mis hermanas cuando empezamos a ser novios. La razón? para todo decía "gracias", y "por favor". Ya se imaginarán los comentarios de mis hermanas: "es una hipócrita!" era lo menos que le decían. Aderezar cada frase que nos decimos con esas sencillas normas de urbanidad ha, por increíble que parezca, hecho que nos respetemos más allá de cualquier límite concebible. Nunca me critica ni la critico. Por la fuerza, la virtud de las palabras, hemos encontrado un camino para no faltarnos al respeto. No tenemos un trato "demasiado meloso", aunque sí bastante dulzón. Parece nimio pero no, es darle el debido respeto al sentimiento. Pocos gritos (3 en 10 años), tolerancia cero a berrinches. En resumidas cuentas, creo que el respeto es algo que se debe compartir de grado. Si se llevan a mentadas de madre, no hay que ser sensible a mentadas y asegurarse que el otro efectivamente no sea sensible a mentadas.

Humor: Ahí también tengo mucha suerte, los dos somos bobos y nos reímos de cualquier cosa. Es una queja que he escuchado en algunos hombres, la falta de humor de sus novias o esposas. Pero también se puede enseñar a reir a la pareja. Claro, siempre y cuando haya disposición para aprender. El humor, en lo personal, es fundamental. No estén con alguien que no sepa reir abierta, estruendosamente.

Admiración: Admirar a la pareja es el más importante refuerzo a la autoestima. Si consideramos admirable a la gente con la que compartimos el pan y la sal nos estamos inyectano a nosotros mismos de autoestima. Si alguien como ella me puede querer a mí, algo bueno he de tener. A la bizconversa, estar con alguien al que no se le admire, me suena inconcebible.

Tolerancia: Habrá momentos en los que uno no quiera acompañar, hacer el amor, ser meloso o respetuoso, hacer una broma, venerar a su pareja. El último brebaje a tomar es la tolerancia. Ese momento en el que uno no quiere saber nada tiene que terminar en algún punto. Si no se sabe trascender ese momento aplicando tolerancia, uno es el culpable de que la cosa no funcione. Pero la tolerancia es eso, el último recurso, no norma. Es poca y no muy concentrada, más bien diluida.