Como buen conservador (demócrata cristiano, en la geografía política europea), Fox piensa que el Gobierno debe intervenir poco o nada en la "rectoría de la sociedad". Extraño ha sido su afán de mantener a un Gobierno obeso e ineficiente, pero es también el resultado de la influencia que tuvieron, en el diseño de su proyecto, Jorge Castañeda y Roberto Mangabeira, socialdemócratas de nuevo cuño. Con esa mezcla de agua y aceite, Fox diseñó un gabinete neoliberal en lo económico y socialista en lo social, pero se le olvidó un pequeño detalle: el ingrediente de dirección política.
Santiago Creel Miranda, Secretario de Gobernación (Ministro del Interior), es un abogado que, aunque no es panista de tradición, sí responde al prototipo panista de "abogado-idealista". Niño bien, definido así por la cronista socio-culturosa Guadalupe Loaza, Creel ha vivido siempre su profesión como norma de vida. Nacido en familia de clase media alta, su contacto con la realidad social del país empezó hasta 1993, cuando su inquietud lo llevó a interesarse en la, ya para entonces intensa, campaña de renovación política de México. Primero como árbitro electoral y después como miembro "no radical" del PAN, Creel fue ascendiendo en la vida pública mexicana principalmente a base de "poder moral": Un ciudadano culto, educado, de buenas maneras, que no podía quedar mal con nadie. Terminó siendo candidato a alcalde del DF en el 2000 y perdió las elecciones (por poco margen) ante el que seguramente será su rival en la lucha por la Presidencia en el 2006, Andrés Manuel López Obrador. Sí, así es de central el poder en México.
Enrique Krauze narra haberle dicho a Luis Donaldo Colosio, poco antes de que lo mataran en 1994, que en México la política es a navajazos. El atentado de ayer lo demuestra claramente. Si bien es cierto que el orden público en México ha ido evolucionando y este tipo de acciones, tan frecuentes hace 50 años, ahora escandalizan y estremecen, la verdad es que la evolución se debió haber acelerado sustancialmente con el cambio democrático del 2000, cosa que no ha ocurrido precisamente por culpa de Santiago Creel.
El nuevo estilo de Bucareli se ha empeñado en demostrar que el orden, la legalidad y el Estado de Derecho, así como algo que podríamos llamar "humanismo social", son posibles mágicamente, de repente, en la sociedad mexicana. El ignorar o negar la historia ha sido el mayor error de los operadores de Creel y de él mismo. El Estado de Derecho incluye también el monopolio en el uso de la fuerza por parte del Gobierno. Fuerza que no se quiso usar en los diferentes casos que, políticamente, ha perdido Creel: la toma de un canal de televisión por parte de su competencia, la actividad política proselitista de la esposa del Presidente, la incapacidad de negociar reformas legislativas con los partidos de oposición, el aeropuerto en Texcoco (quizá el más sonado de todos, donde 300 macheteros impidieron la construcción de una obra de infraestructura necesaria para más de 10 millones de mexicanos), entre una infinidad.
Cuando una posición de teoría rectoría política es tan evidentemente gris y desangelada, las fuerzas violentas encuentran poca resistencia a su acción. Gustavo Díaz Ordaz, de nefasto recuerdo por su talante autoritario y violento, decía que la posición de Secretario de Gobernación era evitar que los problemas llegaran al Presidente: "así de sencillo, los problemas llegan a mi escritorio y de ahí no pasan". En México tenemos un dicho que reza: ni tanto que queme al santo... ni tanto que no lo alumbre...