martes, marzo 02, 2004

Elogio

Ayer esperé y esperé confirmación de la especie. Efectivamente, Semidios es mi cuate. Efectivamente, he desarrollado aprecio por ese par de cabrones. Aprecio sincero.

Manuel me dijo por messenger la semana pasada, cuando comentábamos la posibilidad de un próximo viaje mío a TJ, que, aunque sonara ridículo, él me apreciaba. Que podía sonar ridículo desarrollar afecto por este medio. Me lo dijo además, como respuesta a mi afirmación de que yo lo admiro. La admiración es un sentimiento noble, en efecto, pero el aprecio es otra cosa. Mucho mejor. Sí, fue una bofetada con guante blanco. Rara en Manuel, porque él siempre da bofetadas con guantes de box cargados de plomo y forrados de tachuelas, clavos y tornillos.

Tiene la virtud de llevar las cosas muy claritas. Sentido común, el menos común de los sentidos. Pero mientras Semidios y este servidor portamos también dicho sentido común con humilde humanidad (o semideidad), Manuel lo hace, sin duda, portador del genio genético. No puedo afirmar tajantemente que tenga un talento literario inmenso (que sí me lo parece, pero yo no soy ningún experto), ni que si se dedica a escritor tenga éxito (no soy adivino). Sé que es un genio. Así, sin más. No necesito que ningún experto me lo confirme. De genios sí que entiendo, los distingo a kilómetros de distancia. Leo irregularmente a los culturosos que Manuel despedaza un día sí y otro también. Ninguno de ellos es un genio y me queda claro que por eso no es querido. Un WOM (o casi, no existen) me explicó muy sencillamente los tres niveles de poder: el poder físico, de los puños, el más primario:

Si no das el trancazo tú
te lo da el de la esquina
lo sabes
Pobre de tí


el poder intelectual, el de "yo sé más que "

Y el poder moral, al que yo he aspirado, lo digo sin ambages . El poder que se basa en lo bueno y lo malo, en lo que está bien y lo que está mal. Sí, usé los puños en mi infancia y la soberbia intelectual en la adolescencia. Ahora soy un soberbio del bien hacer. Y aunque en el bien hacer caben el perdón, la tolerancia, la comprensión, siempre hay un resquicio de soberbia en la calificación, el juicio a los demás.

Manuel está enfrascado en una lucha a muerte contra ése, el último estertor de la soberbia: El juicio. Fascista por convicción, está seguro que el orden destruye, o puede destruir los orgullos, la soberbia. Porque sí. No razones, que es poder intelectual. No bondad, que es poder moral. Simplemente por que sí.

Ésa es, para mí, la más grande tarea humana. El destruir el orgullo, la soberbia. En ése, y sólo en ese sentido, soy budista. El desprendimiento completo, el desapego infinito. El nirvana. Manuel explora nuevas rutas ayudado de su genio absoluto y de su enorme sentido común. Así lo veo yo.

Creo que lo que está pasando Manuel es parte de su lucha. Es abogado por deformación profesional y por lo tanto, en su espíritu yace una veneración por las abstractas leyes. Él conoce las reglas del juego. Y por eso juega los juegos. Lo que acaba de pasar, ya lo creo yo, es parte de una demostración de fuerza. De su genio. Se la regaló la vida, no creo que la haya buscado. Justo por karma, como dice Semidios.

Yo me alegro de estar viendo esta formación. Aún si no llega a cumplir la promesa que proyecta, puedo decir que ví un camino que no se ve seguido en la vida. Gracias Manuel.