martes, febrero 17, 2004

Y así pasaron 20 años

Gracias a este post de Tiempo para leer (cómo escribe largo este 'ñor!) mis recuerdos se arremolinaron en la cabeza.

Tiene 20 años que sufrí mi primer amor. Mi Winnie Cooper que, me contestó Don Oruga, no fui, no soy, no seré digno de ella. Fuí su padrino de bodas hace seis años.

Me enamoré de ella urgido (sí, esa palabra) de alguien de qué enamorarme. Sí, qué. Porque yo necesitaba como loco enamorarme y la pobre de Mi Winnie Cooper lo sufrió. Era yo Glenn Close en Atracción Fatal, pero al cubo. Solamente Edith, 10 años después, vivió acoso semejante. No creo que otra mujer en el mundo, del siglo XX, hubiera experimentado eso.

Cartas, poemas, miradas, indirectas públicas, directas públicas. Acoso absoluto y total porque además, obvio, íbamos en el mismo salón de clases. Ella me alucinaba y yo la "amaba". Era matadísima, y tuvo a bien ganarme un par de bimestres el "premio" de mejor promedio del salón. El último pretexto que yo necesitaba para terminar de clavarme, juraba yo, de por vida por ella.

Nunca me hizo caso, por supuesto. Además, típica ironía del fucking destiny, se enamoró de mi mejor amigo. El cabrón se aprovechó del asunto y obvio, dejó de ser mi mejor amigo. Recorrí todo el melodrama producido en idioma español, desde Qué te ha dado esa mujer, de Pedro Infante, hasta Me cuesta tanto olvidarte, de Mecano. Y por supuesto, algunas en inglés:

I'll never find another girl like you

Starship, Sara

Era tan absurdo!, la niña no sólo no me pelaba, me odiaba. Aunque pertenecíamos al mismo grupo de amigos, no me dirigía la palabra. Una excursión en La Marquesa y un paseo a caballo más o menos juntos fue lo más que conviví con ella en más de tres años. De esto probablemente ella ni se acuerde (te acuerdas, Winnie?) y durante años, varios, fue mi recuerdo más romántico.

Invitó a todos nuestros amigos a su fiesta de XV (sí, era de onda pastelera) y obvio, yo no recibí ni una mirada de desprecio (sí, ni siquiera eso!!). Ahí, y gracias en parte a mi ya mencionada amiga Leonor, empecé a darme cuenta del ridículo que estaba haciendo. Nunca lo he visto así, pero me ayudó a bajarle al volumen del estéreo. Me valió madres siempre la crítica general. Yo la quería bien y bonito. Los demás podían hacer con sus opiniones lo que mejor les conviniera. Pero ya, después de 3 años y medio, era hora de desprogramar el amor infantil.

Fue muy curioso porque ella bajó su promedio escolar sustancialmente en la prepa y mejoró su físico en la misma proporción. Era un barrilito en la secundaria y en la prepa se convirtió en la Venus de Milo, sin previo aviso ni decir agua va. Obvio también, dejando de ser nerd y con ese cuerpo, se volvió una de las niñas más correteadas. Huelga decir también que la mayoría de las chavas (incluyendo todas mis amigas) la aborrecían. Ahí, justamente, tuve la oportunidad de empezar a practicar la que hasta la fecha sigue siendo mi mejor arma en el approach con las mujeres: El Confidente. Sí, cuando vió mi Winnie Cooper que le bajé a la psicosis, tuvo a bien regalarme con su amistad, misma que a la fecha, algo descuidada por la distancia, mantenemos, creo yo, en el corazón. Me enteré con detalle de sus pretendientes y amores, ilusiones y gustos. Y ya no me parecía tan bella como cuando niña.

Edith tuvo su Winnie Cooper. Igual que yo, se enamoró de él por idealizar, y por considerarlo muy inteligente. Por lo que me ha platicado (Edith sí conoce a mi Winnie Cooper, yo no conozco al suyo), el tipo era pálido, afilado, parecido a la mía. La misma ilusión sin causa aparente, salida de la nada. Platicarnos nuestras respectivas experiencias amorosas estudiantiles fue parte del flechazo cuando nos conocimos.

Mi Winnie Cooper cumple hoy 32 años de edad. Ya han pasado poco más de 20 años desde que la ví por primera vez, con su cursilérrima lonchera de los Care Bears, su cabello lacio, lacio, sus calcetas siempre tan blancas como su piel. No sé cómo me recuerde ella. Yo me odiaría!, pero creo que no es el caso. Yo no me arrepiento de todos mis ridículos por su causa, es parte de la vida. Yo la recuerdo seguido, como un "imprinting" que me programé en mi transición infancia-adolescencia y que, por más que quiera, no se puede borrar. La verdad, no quiero borrarlo. Felicidades, Winnie Cooper mía.