martes, febrero 17, 2004

Cucamonga ilustrado

Mi principal influencia para hacer este diario fue este wey. Desde sus lejanos tiempos de El Patíbulo, cuando lo nombraron como mejor página de entretenimiento (o algo así) me cagaba de risa con sus pendejadas. Fui víctima del engaño de sus múltiples personalidades un buen rato, hasta que me topé con el aviso legal. Ahí me volví su groupie. Ya le cambió, porque antes venía su nombre real, me pareció un cabrón la mar de creativo y chingón. Pero de repente le paró a la producción de pendejadas. Comenzó su blog en agosto del 2003, creo, algo así. Ya borró de su dominio todo vestigio de su paso por el mundo blog. Ahora es traficante de monos.

Su humor inicial consistió en burlarse de él mismo. O sea, sólo alguien insanamente orate puede dedicarle 10 minutos a conocer a Linda sabiendo hacer algo más, como ese cabrón sabe. Víctima de su propia sociopatía, Ricardo recurrió a todas las formas posibles de sarcasmo ante la realidad tan jodida de la escena del pop mexicano. Se puede argumentar que no es mucho mérito y que esas madres son tan malas que cualquiera se burla. No es el "qué" sino el "cómo".

Cuando se aburrió de golpear a las celebridades del pop mexicano que, estoy seguro, torturaron su infancia y su adolescencia y le hacen imposible la convivencia familiar, encauzó su sociopatía hacia su entorno social. Monterrey es una ciudad muy especial, pues no puedes, literalmente, brillar en sociedad (cosa que se toma muy en serio allá) si no eres un mocho hipercatólico hipócrita (sí, las tres cosas al mismo tiempo). La segunda fase de El Patíbulo retrata algunos de esos pequeños defectillos de la sociedad regia, principalmente el bestiario pero también el dedicado a la famosa Yaya. Sigue, por supuesto, pegándole con tubo a su pasado televisivo y sigue sin perdonar, 5 años después de abrir su página, el fracaso de sus ídolos infantiles.

Su etapa de bloguero, posiblemente influenciado por sus colegas sonorenses, acentuó el hastío, profundizó la ironía, acrecentó el sarcasmo. De golpeador evolucionó a hijo de perra y por más que se resistió a interactuar, se dió cuenta que la naturaleza del blog incluye intercambio, escrutinio inmediato, aceptación de los demás. Ricardo nunca ha intentado siquiera hacer eso. Y así aceleró su desbandada. Se dió el pretexto que él mismo buscaba.

Lo más seguro es que el 90 % de lo que acabo de escribir sean mentiras, pero así lo veo yo. Lleva dos semanas fuera del aire bloguero y como sea, era mi primer link. A mí no me da pena expresar mi admiración por alguien, o parecer ridículo como groupie (expresión pendeja donde las haya). Suerte desde aquí para Ricardo en su fase de traficante de monos y que ponga por lo menos el de Mario Maricón en su nueva página, que también me gustó bastante.