miércoles, febrero 25, 2004

Post mortem

Hace una semana que Jolopo estiró la pata. Entregó el equipo. Colgó los tenis. Se petateó. Jimena me preguntó ese día (pinche tema no se lo podemos quitar de la cabeza) que qué es la muerte. Le dije primero esa mala broma de sinónimos. Obviamente me mentó mi respectiva y se puso seria. Yo creo que la muerte es el fin de la vida. Así, sin más. Tiene compañeros ultramochos ultracatólicos pero también tiene un par de compañeros que van a clases de yoga. Entre todos me hacen un nudo de creencias y supercherías a mi pobre hija. Está conciliando versiones. Edith es un poco más religiosa que yo y de todos modos no compra la idea de la vida eterna. Así que la versión oficial de la familia Sámano Solís fue: La muerte termina con la vida y no hay nada más allá.

Las obras que uno emprenda en su vida son, por supuesto, harina de otro costal. José López Portillo fue el primer presidente de México del que yo tengo memoria. Aunque debería recordar a Echeverría, la verdad no tengo memoria infantil. Recuerdo sí cuando mis hermanas y yo "sentimos feo" de ver llorar al pobrecito del presidente. Mi padre contó en su trabajo el suceso y cuando lo íbamos a visitar a su oficina sus compañeros nos veían con cara de lástima (I would!, pobrecitos niños Down!).

No fue la crisis del 82 la que le dio en la madre a mi familia. No puedo decir que mi padre haya sufrido grandes pérdidas por las pendejadas de JLP. De hecho mis padres hicieron su patrimonio en el sexenio de Jolopo (y lo perdieron 6 años después, aguanten las carnitas). Pero sus locuras, delirios de grandeza, ambiciones de macho y desenfreno faraónico de nuevo rico han logrado joder a todos los mexicanos. Primero por lo nefasto que fueron en sí mismas esas deudas en condiciones estúpidamente usureras. Pero después porque dio pretexto a seguir cometiendo errores con el fin de contrarrestar los primeros.

Me explico. Los errores de Jolopo, si bien cuantiosísimos en términos macroeconómicos, puedieron manejarse mejor. No se hizo bien pero siempre había forma de echarle la culpa a él. Aumentar la deuda externa en cuatro veces el tamaño inicial no tiene otro nombre sino "vendepatrias", justo aquellos de los que nos quería salvar, según él. Así, lo más fácil ha sido seguir y seguir culpando. Jolopo reforzó la tradición de "echarle la culpa al de atrás" que si bien era una de las bases del régimen priísta, manejada desde tiempos de Manuel Ávila Camacho, encontró en la ruptura delamadridista su expresión más fina y acabada.

Jolopo, por lo que he leído, epitomizaba uno de los más representativos arquetipos nacionales: El Macho. El mexicano que, con pistolotas o sin ellas, va por la vida jugándoselo todo a una carta, a un tiro de cubilete, con tequila, guitarra y caballo listos para ponerlos al servicio de la galantería y los pleitos uno a uno. El México de los 40's que es lo que muchos conocen de nosotros en el exterior. Espero que ese arquetipo de mexicano haya muerto con él.

En un lobby de un hotel de negocios en Buenos Aires conversé alguna vez con un inglés y con un canadiense. Elogiábamos la ciudad y su aire parisino. El canadiense recordó que Argentina gusta de llamarse a sí misma la "Francia" de América. Por su parte, el inglés dijo que en relación mimética, Chile tiene lazos de extrañísima amistad, justamente, con el Reino Unido (a mí no me pregunten porqué, no soy experto en "flemática chilena"). Y obvio, yo mexicano, voltearon a preguntarme: "¿Y México cuál sería?". Yo pensé de inmediato en la germanofilia típica de la clase media intelectual mexicana pero me tuve que aguantar la risa con el pensamiento de que México pudiera ser la Alemania de Latinoamérica. Terminé alegando que compartíamos el arrebato italiano y su añoranza bucólica. Que como Roma, México había sido un imperio guerrero. La teoría, a primera vista, pareció convencerlos. No me culpen, éramos gente "técnica" (yo veía un par de proyectos de web y ellos eran expertos en telecomunicaciones) pasando el rato en un bar después de lidiar con bits y bytes todo el día.

Pero obvio, me quedé pensando en nuestra identidad. Paciano desde chiquillo, sigo sin encontrar el lugar de México en el mundo. Y es desesperante porque estamos junto a la única superpotencia del orbe y todas las normas sociales indican que la Geografía es madre de la Historia, la Economía y la Cultura. Jimena, ahí te encargo que le des seguimiento a mi obsesión para que no se muera conmigo.