lunes, febrero 09, 2004

Me niego

A ser engullido por el agujero negro de mi trabajo. Me encanta mi trabajo, puedo sin problemas desvelarme preparando presentaciones y propuestas, ideando estrategias de comercialización, pensando en escenarios de soluciones. Pero a mi ritmo. Al ritmo donde no deje de ser humano. Al ritmo donde también puedo leer blogs, leer noticias, pensar en la inmortalidad del cangrejo. Al ritmo de que no me obsesione la riqueza posible, futura o imaginaria.

Mi conexión a internet las últimas dos semanas ha sido lenta, telefónica, lo que me ha restado agilidad para brincar entre varias ventanas de Explorer y enviar y recibir mensajes en Outlook y procesar documentos Word y demás. Por eso empiezo a desesperarme, pero por eso también valoro las herramientas. Es necesario contar con las herramientas necesarias para su trabajo o adaptar el marco mental a las existentes para no caer en frustraciones.

Uno puede adaptarse a cualquier sistema a partir de la autodisciplina. La disciplina impuesta por el exterior no funciona sino que genera un rechazo de igual dimensión. Lo dice igual el Rey del Asteroide en El Principito que Newton en sus leyes. Eso busco siempre, el corazón de la autodisciplina, que la motivación "a hacer" sea genuina, opere desde nuestros resortes primarios. Eso en mi trabajo y en mi familia.

Jimena me sorprendió (sí, de nuevo), el fin de semana, con un rato larguísimo de autocontemplación. Necesito entender qué pasa por su cabeza en esos momentos, ya que de ordinario su actitud es más bien de alta actividad. No física, pero sí mental. No cesa de inventar historias, preguntas, escenarios. Sin embargo el sábado en la tarde, antes de salir a pasear, Edith y yo nos clavamos en la limpieza de la casa y mandamos a la niña a su cuarto a prepararse (cambiarse de ropa, peinarse). La fui a ver dos veces durante hora y media, acostada a medio vestir dándole vueltas al calcetín en el aire con lal mano, como hélice. Las dos veces. La tercera ya me preocupé y sí interrumpí su desvarío. ¿Qué piensas?, Nada papá, ¿nada? no, nada.

Ocio puro, elíxir y néctar. Me encanta que mi hija lo pueda disfrutar. Porque se lo sabe ganar y lo sabe disfrutar.