No sé cómo se le diga en otras partes, ni de México ni del mundo. Es algo de lo que se habla poco o nada. La blogósfera es tan vasta que sí que encontré un post dedicado un poco a eso, aunque en general se habla poco: Las labores domésticas. Planchar, lavar los trastes, lavar a mano o en lavadora, barrer, levantar la mesa. En mi pequeña experiencia como consejero matrimonial (llevamos 3 de 3 matricidios que continúan gracias a nuestros buenos oficios) el "quehacer" como le llamamos en el DF, es una de las causas principales de conflicto en la pareja. La división nunca es justa (como lo estipuló muy bien el médico verde) y siempre las partes se sienten perjudicadas. El quehacer es también, en mi experiencia personal, lo que más aborrezco de la vida.
En un artículo de Kundera leí que las novelas rara vez trataban sobre gente casada. Me quedé sólo con esa idea, que de seguro era mucho más elaborada ya que hasta yo puedo mencionar familias y matrimonios en novelas. Pero creo que tiene algo que ver con que la vida diaria es muy mala para ser narrada, aburridísima y tediosa. Entiendo que hay poco qué narrar sobre cierta técnica para barrer o para quitar la grasa de los trastes, pero creo que se evitan tanto esos temas que hay razones más subconscientes para su poca inclusión en la vida literaria. Los personajes (de cualquier creación) rara vez tienen que fregar pisos, a menos que, como en la Cenicienta, sea parte del dibujo de su miseria.
Pero pasamos gran parte de la vida limpiando, (o esperando que nos limpien) y lo higiénico es políticamente correcto y saludable. Fitter, happier, dijo Tom Yorke. Mi relación con la limpieza cuando soltero era meramente incidental. Si no había de otra, bueno, pero mientras hubiera cualquier resquicio para evitarlo, yo lo encontraba. Y me hacía caber en él.
Casado me domestiqué, parcialmente. Regla número uno: Desordenar menos. Un poco de disciplina y lo que agarres, lo dejas en su lugar. Pero el verdadero éxito estuvo en la conciencia común: "A mí no me gusta, a tí tampoco, ¿cuánto estás dispuesta a sacrificar?" Y sí, pobres que apenas nos compramos vajilla, pero teníamos quién nos barriera y lavara trastes. Y los fines de semana?, a usar desechables (no me enorgullece, muy antiecológico). Pero cuando empiezas a convivir con alguien, esas son normas básicas. Y crecí educado en el deber de buscar equidad de género. No lo logro tan bien, pero tampoco puedo pecar de falsa modestia: Eso sí lo entiendo y lo aplico correctamente.
Todo esto es para presumir que estamos estrenando centro de lavado porque la lavadora se nos había descompuesto hace seis meses y arreglarla costaba la tercera parte de un centro nuevo. ¡Cómo hemos sufrido! pero ahora, somos felices.