martes, junio 01, 2004

Pasos a la fama

A los acomplejados nos pesa ser el centro de atención. Viendo nuestras fotos de la boda, Edith y yo no podemos vernos más cohíbidos (no tuvimos fiesta, aclaro, sólo un pequeño "brindis"... ¿cómo le dicen en las crónicas de sociales? "íntimo, con los familiares y amigos más cercanos") e incómodos. No me malinterpreten, salimos bonitos y felices, pero se nos nota nuestra falta de costumbre ante el flash. No paré de "servir bocadillos" y copas, embriagué a todo mundo con cava pero yo no tomé más de copa y media. Terminando la reunión nos dimos cuenta de que no había nada qué recoger porque Edith ya lo había recogido todo durante el brindis. Sí, nos perdimos.

Somos nerds, es nuestra naturaleza y no viene al caso negarlo. Jimena, en cambio, parece diseñada para sobresalir y llevárselo bien, combinar su fama con sus zapatos y su reloj. Es común que los niños pequeños sean muy sociables. En restaurantes o lugares públicos, a todos nos ha pasado que se te acerca una pulga que apenas puede caminar (not to mention "hablar") y que te quita el globo de la mesa o el tenedor o te embarra de lo que esté comiendo. Jimena hacía un poco de eso, pero siempre muy educadita, y claro, nunca embarró a nadie de lo que comía.

Más raro es que niños de 5 ó 7 años sigan haciéndolo. Ya a esa edad están impuestas muchas de las normas de convivencia que invitan a la gente a no entrometerse donde no la llaman y cosas de ese tipo. Pero también hay gente que busca ser contactada y de la cual la mayoría pasamos de largo. Jimena no pasa de largo a esas personas, tiene un excelente sentido para detectarlas.

En la pasada feria del libro "Festival de la Palabra" estábamos comiendo pizza tranquilamente en la fuente de sodas instalada dentro. Pasó a cierta distancia una jovencita que desesperadamente trataba de llamar la atención. Traía puesta una larga túnica azul rey, tono chíngamelapupila, y el consabido sombrero de mago. Jimena se levantó corriendo a hablar con ella (sí, iba "disfrazada" de persona mágica, tipo Harry Potter) y obtuvo su teléfono, su email, la organización de fans de Harry Potter a la que pertenecía la "no tan niña" y demás detalles. Resultó que la muchachita ya está bastante crecidita (tiene 18 años) y está obsesionada en mal plan con el famoso maguito. Todo eso lo averiguamos porque justo debido a que Jime se le acercó así, la tuvimos sentada con nosotros amenizando nuestra pizza con historias de porqué su club sí es el "más oficial" de Harry Potter en México y porque los otros son malos y chafas. Edith y yo estábamos bastante incómodos y Jimena en cambio, toleró con paciencia (y sí, sin demasiado interés), el monólogo de autoelogio de la fanática religiosa.

En su clase de "trabajo con papás" de la semana pasada le tocó pronunciar "en público" apenas tres frases sobre la geometría. Pero su don oratorio fue tal que arrancó un muy sentido "aaahhhh" a todos los papás presentes. Después, cada niño atendía una mesa con una actividad diferente y debía explicarle a los papás y a los demás niños en qué consistía la actividad. Jimena se llevó su microscopio y explicó claramente la forma de usarlo, de hacer preparaciones para observación, de cómo iluminar las preparaciones con espejo y con luz directa, etc. A cada comentario elogioso de los papás (qué inteligente Jimena, qué bonito hablas Jimena, qué bonita vienes Jimena) respondía con un maravilloso tono de aceptación. No engreída, no con falsa humildad, pero tampoco apenada o incómoda. De hecho me gustaría mucho encontrar la palabra correcta para describirlo. Aceptaba el elogio, lo recibía con sincera gratitud y en su justa dimensión. Disfrutándolos sí, pero no por eso se vuelve engreída, sino que derrocha más alegría y donaire y se ve, si fuera posible, más adorable. No le molesta sobresalir, pero no la obsesiona tampoco. Lucha por su lugar pero tolera, encaja muy bien cuando no lo consigue.

Este ha sido su mayor avance en desarrollo emocional en los últimos seis meses. Edith y yo hemos tratado de encauzarla por un camino que ni Edith ni yo conocemos. Ella, para mi sorpresa, lo ha encontrado y lo ha recorrido con paso firme. Va ya muy lejos, donde apenas puedo verla. Pero qué gozo y disfrute tengo de mirarla caminar...