martes, junio 15, 2004

Resaca

De pastel, piñatas y gritos. Planteamos como objetivo que esta, la del domingo pasado, sea la última fiesta infantil de Jimena. Apenas cumplió sus seis años y ya se nos ocurrió ponerle fin a su etapa infantil. Mala idea. Hoy en la mañana me dijo que no, que le gustó mucho su fiesta y la quiere repetir el próximo año, así, con el mismo formato. No estamos seguros que la euforia le dure hasta el próximo año, pero por otra parte el rango de edad de sus amistades es muy amplio, desde su prima Sofía de año y medio hasta sus amigas grandes de 5o. de primaria, de 11 años, que la tratan como hermanita. Sí, en medio pónganle lo que ustedes quieran, todos ellos fueron a la fiesta.

Más de 50 niños de todo tipo, edad, físico y condición social. Ok, concedido, hubo 14 primos (que tampoco son tantos) pero juntar esa banda a esa edad, en un domingo en el que todo México DF apestábamos a futbol, es un buen indicio de su capacidad de convocatoria (yo seguro que no junto 20 amigos en una reuinón para mí, pero ni en mis más salvajes sueños)

Los atendió magnífico, a cada grupo le dedicó un rato, jugó y se divirtió como enana que es. Trae las piernas con varios moretones de las caídas del inflable, de las patadas en el partido de futbol (niños vs. niñas, como siempre), de los apretujones en la piñata y no hizo ningún gesto, mucho menos llorar.

En realidad fue un evento memorable, no faltó todo lo que ocurre en una fiesta de niños: golpes, peleas, gritos y demás. Regalos, muchos, los que sí vienen al caso (software para la PC, grabadora digital mp3, libros muy padres), trapos varios, hasta las infaltables muñecas que se quedan a juntar polvo en el juguetero.

Pero más que eso, hubo un derroche de cariño inmenso. Mi hija tiene necesidad de reconocimiento, de amor, como la tenemos todos, y aunque sabe que cuenta con el de su entorno inmediato, siempre infla el ego verlo reunido todo en un sólo punto, en un lugar y momento específico donde el centro fuera ella. Me he sentido algo nazi los últimos días porque, en mi afán de prevenir que desarrolle vanidad o soberbia malsanas, he restringido mucho su acceso a ese reconocimiento. Verla tan feliz me ha hecho pensar "twice", y creo que necesito pensarlo muchas veces más. No, no es el centro del universo pero bien vale la pena que tanto mirar por los demás, como ella lo hace, de repente le sea reconocido, pagado, retribuído.

Muchas felicidades Jimena. Te mereces cada milímetro de tu felicidad.