Congruencia es un concepto que obsesiona a la clase pensante mexicana. Aunque la definición del diccionario no lo menciona, aquí lo entendemos como concordancia entre el decir y el hacer. Se demanda como oxígeno para respirar el ser congruente. Si eres un ladrón, no puedes hablar de robar, o no puedes decir "robar es malo". Tu calidad moral desmerece tu opinón. No sé si eso sea en todas partes del mundo (entiendo que pensadores ingleses y alemanes han podido eviatarlo brillantemente), pero aquí es exasperante.
Esta pequeña discusión lo ejemplifica. De una discusión de argumentos se pasó, sin escalas, a una discusión de posiciones, donde se discutía la posición de las personas y no sus ideas. Comentaba yo con A. mi intención de asistir a la marcha por la seguridad del próximo domingo y me concedió el beneficio de la duda más por mi posición de "alguna-vez-secuestrado" que por la convicción que tengo de que es necesario que demandemos mejores condiciones de seguridad. Y eso que ella es una polemista experta.
El menos común de los sentidos, el sentido común, dice que es de lógica elemental demandar seguridad pública de parte del Gobierno (no se confunda por favor con el Estado, que es la suma de Gobierno, Población y Territorio, por favor!). Las causas de la inseguridad son, cierto, muchas, y entre ellas está un complejo tejido de historia y sociedad que sólo un suicida político (y sí los hay) intentaría desenmarañar completo. Alejandro Magno cortó el nudo gordiano, tenido por imposible, de una tajada de su espada. Queremos leyes estrictas y humanas, queremos penas eficientes que aíslen a los criminales de forma que no se propague la "experiencia criminal". Queremos libertad de movimientos, menos miedo y menos zozobra. Yo es lo que pediré en mi marcha. Y no me importa no ser congruente.