En el festejo de los 60 años del desembarco aliado a Normandía hubo una confrontación notable. En su afán de defender lo indefendible, Bush Jr. trazó un paralelo bobo y fuera de lugar entre dicho evento y su guerrita contra Irak. No deja de ser paradójico, desde el punto de vista militar, guerrero, que ambas operaciones sean tan diferentes. Millones de estadounidenses perdieron la vida en la Segunda Guerra Mundial. Aunque mucha gente se opuso, pocos dudaron que los eventos en los que participaron eran de importancia capital para la civilización occidental. Toda una forma de construir las sociedades estaba en juego. El desmbarco de Normandía representó por su magnitud sí, pero también por su dilación y contundencia, todo un símbolo de cómo se manejaría el mundo los siguientes cincuenta años: Demostración de poder absoluto, Fuerza abrumadora. Tiempo para acomodar las piezas. Respeto al enemigo.
Con la muerte de Reagan se recuerda esa visión, la de hacer grandes tus propios días. Reagan puede parecernos terrible como ideólogo para todos los que no somos ultraconservadores WASP?s. Pero su capacidad como estadista está fuera de toda duda. Su legado como ejecutor del final de la Guerra Fría será recordado por siglos. No despreció los valores hereadados de Normandía sino que supo utilizarlos para bien de su nación que, no nos olvidemos, estaba al borde del caos cuando él asumió el poder. Cuando heredó el poder a Bush padre, Estados Unidos se perfilaba ya como la única superpotencia del orbe. Las amenazas militares estaban siendo desmanteladas (paz con Rusia, alianza con China) y las amenazas económicas habían sido liquidadas (japoneses y europeos asumieron el rol secundario que se les designó). Si un presidente se mide en función de los servicios que presta a Su País, Reagan encontrará pocos paralelos en la historia norteamericana. Si algo le debemos los de mi generación para atrás, fue que terminó con la amenaza del exterminio absoluto.
Bush Jr. en cambio está metido en una guerrita de juguete, una guerrita electorera en la que poco han importado decenas de miles de vidas iraquíes pero que las cerca de mil vidas norteamericanas se las han cobrado como lo que son, valiosísimos seres humanos. Tan valiosos como sus víctimas iraquíes, decenas de veces más en cantidad. Pero la "causa" (y haciendo el paralelo con la guerra contra el nazismo la palabra "causa" sí adquiere dimensión) es tan patética, tan incoherente... que ya haber pagado mil vidas por dicha causa se muestra injustificable. El mismo Woody Allen, en la inocente película "Antz" describe cómo debió haber sido el trato con Irak. No me imagino al ultrabelicoso Reagan invadiendo Nicaragua o El Salvador porque no le gustaban sus presidentes, pero por supuesto que no dejó de intervenir. No digo que no le hayan faltado ganas, lo que digo es que había otra forma de hacer su voluntad y que Reagan sabía usarla. Sin mencionar a Roosevelt, que tampoco intentó invadir México cuando el "rojo" Cárdenas nacionalizó la industria petrolera que si bien no se veía tan jugosa como la de Irak estaba bastante más cerca. La confrontación entre potencias sigue, puesto que Chirac se apresuró a opinar sobre el desvarío de Bushito y aclaró que en su opinión, son situaciones incomparables las de Normandía de 1944 y del Irak actual. Estos son nuestros días, y esas son sus guerras.