miércoles, junio 30, 2004

El sabor de la mortadela o cómo producir un maquinazo

Por lo menos encontré (gracias a Sen) título a las ganas de divagar que ya me hacen cosquillas en el dedo gordo del pie izquierdo. Aunque este blog está compuesto mayoritariamente por letras que pretenden ser coherentes tenia unas ganas horrorosas de cometer todos los errores blogueros clasificados: Avisar cómo me siento, hacer una lista, escribir por escribir (también conocido como "escribir a lo pendejo"), hablar de mis inconsciencias, jugar con la paciencia de quien se atreva a terminar este párrafo, buscar que muevas los ojos hasta el siguiente punto y aparte, encontrar los tres pies del gato cojo del que habla mantequilla en la película de Pedro Infante, "Los tres huastecos", seguir invitándote a que muevas los ojos hacia abajo como cuando tienes una niña de grandes pechos enfrente y te forzas a mirarla a los ojos para que no note lo perro que eres, o siendo mujer, cuando quieres verle al tipo el paquete pero no quieres perder la compostura tan rápido, ver cómo le quedan los pantalones, así como uno ve las blusas ceñidas. La lluvia nos despertó como si un ladrón hubiera entrado en casa, por ser tan temprano, tan notoria, tan triste. Y ahora el valle del Anáhuac está inusual y hermosamente límpido, casi romántico.

Ella está contenta porque el verano le está sonriendo. Parece que tenía rato que un verano no le sonreía porque está más delgada y se ve más fresca. Viene su "date" en septiembre de nuevo. Busca un trabajo con ingreso fijo, ya no más promesas de ingresos por comisiones que pueden llegar a ser fabulosas pero que a la hora de la verdad siempre alcanzan solamente para comer. Quiere coronar un año de trabajo extenuante con cuatro semanas de relajación completa: si bien le va tendrá un día.

Mi corazón viejito me da lástima, pero así lo quiero. Mi gusto quemado por el picante y los cafés calientes no distingue sabores nuevos, no entusiasma mis fibras de dolor. Mi dolor está tan sedado que parece momia, parace que nunca exisitió.

Tengo mucho papeleo que terminar. Roz no deja de recordármelo. Tengo que ajustar cuentas con mi sociedad, con mi credo. La perforadora no sirve para hacer hoyos a más de 6 hojas opalina, ¡qué tedio el perforarlas en grupitos de 6 solamente!.

¿Dónde encuentro la dimensión de la cultura?, ¿Cómo puedo volver a apasionarme como cuando adolescente? Navegar nuevos blogs es lo que de verdad necesito, pero cansa buscar la aguja en el pajar. Quiero ir al súper con Edith, como siempre íbamos. Escoger el aceite, verla escoger los vegetales. Correr con el carrito y Jimena.

Empecé este post prometiéndome no mencionarles. Salieron solitas, me salieron de las tripas, del aorta. Si me parto el corazón ahí las pueden encontrar.