A Edith "solamente" la han asaltado una vez más, además de la que nos asaltaron juntos, fue en un microbus, a plena luz del día, por la zona de Tacubaya. Le quitaron su bolsa y su radiolocalizador. Ya tiene años de eso. A mi madre una vez le tocó secuestro como el nuestro, también en transporte público, fue terrible, yo todavía vivía en casa y no había forma de localizarla. Tuve que inventarme algo de que me había avisado que llegaría muy tarde para que mis hermanas fueran a dormir. Llegó muy temprano, a las 6 am, después de haber caminado 8 kilómetros en la oscuridad. Nunca me ha querido dar más detalles, pero no tenía muestras visibles de daño físico. El papá de un alumno de Edith fue bajado de su Lincoln 2004 a cachazos la semana pasada. A mí me han asaltado desde dormido en un transporte público cerca de Tepito (y cuando desperté, imprudentemente me bajé a tratar de "perseguir al ladrón"), pasando por varias subidas al taxi, hasta "pidiéndome cooperación" (como dijo Manuel muy sorprendido) con mucha amabilidad y claro, cuchillo en mano. Mi hermana Guadalupe, regresando de parranda a las 7 am a la casa de mi madre con su novio, hace un año, le apañaron su chamarra y llegó hecha una paletita de hielo a la casa.
Y con todo y eso la ciudad tiene un lado luminoso. Muchos, muchos lados luminosos. Yo no me canso de disfrutarla. Cometo los siete pecados capitalinos con semanal religiosidad: Gula por comer de todo un poco, desde cortes de 500 gramos hasta takeshis parados de guisados en el puesto de la esquina. Envidia por no tener el Sena o el Támesis o el Madison Square Garden. Lujuria por las niñas de las Lomas o por las centroeuropeas del Solid Gold. Pereza por levantarme a las 11 am los domingos. Soberbia por mirar por encima del hombro a las demás "ciudades" y decir que Monterrey es "la ciudad peor planeada de Texas". Avaricia por querer acaparar el Festival Cervantino de Guanajuato, la FIL de Guadalajara, los narcos de Sinaloa (las niñas de Sinaloa también), insaciable y cancerígeno centralismo. Ira, mucha ira por nuestra incapacidad para demandar y exigir un derecho tan básico como la seguridad pública.
PD, este último párrafo, de los siete pecados capitalinos, es una versión libre adaptada de un artículo publicado en la revista "Chilango", en su número de junio, que no tiene versión en internet y que por lo tanto no puedo (ni quiero) citar textualmente.