Todo ahora son voluntades. Después de cierto hiatus ya muy prolongado (los 9 viajes de un sólo día a Guadalajara del año pasado no son, en sentido estricto, viajes) me ha tocado volver a las noches de introspección (sí, qué aburrido me resulta pasar una noche conmigo mismo!) en los viajes. Mi primer viaje de trabajo ya data de hace 9 años, a Filadelfia, capacitación en un novedosísimo sistema de autorizaciones de tarjeta de crédito que, estábamos seguros, iba a cambiar "la forma de hacer negocios en México".
No hubo tal pero desde entonces definí mi función profesional: Predicador. Ni siquiera fui o pude llamarme "heraldo de los nuevos tiempos". Los heraldos anuncian verdades irrefutables. Los predicadores (con demasiada obsesión por el desierto) no miramos la realidad, sino que deseamos instaurar nuestra ilusión dentro de la realidad sin convertirla, que se quede en ilusión.
La prédica lleva a recorrer lugares. Guadalajara y Tijuana fueron mis primeros destinos. Ahí prediqué el orden de una red bien documentada. Después fue el barrio cercano a México, Centroamérica y República Dominicana (mi helmano!) donde predicaba el orden de las finanzas y los "procesos de negocio". Después cambié de religión y en esas mismas regiones mi prédica fue "no dejarás caer tu operación", "cada minuto de downtime son millones de dólares en pérdidas" y así.
La mayor de mis religiones fue la web. Aunque yo tenía mi prédica oficial, siempre, casi ritualmente, estudiaba la fe internecia. Cuando llegó mi oportunidad yo ya era un erudito en el "business at the speed of mind" y lemas igual de babosos e idealistas. Cuando uno tiene tal fe, las distancias son lo que menos importa. De Boston a la Patagonia llevé mi prédica. 70 noches de hotel y 120 mil kilómetros en un año. Lo irónico fue que estaba yo predicando un Dios que ya todos habían visto morir. Yo proclamaba su resurrección pero nadie me creía...
Parece que esos tiempos se han acabado. Cuando no ví resucitar a mi Dios me dí cuenta que toda la fe era absurda. Desde entonces me estoy dedicando, cada vez más y mejor, a trabajar y ganar dinero. El dinero que se gana desde la productividad ha resultado ser menor y más dificil de obtener que el que se obtenía por la prédica. Pero, de momento, parece que es más firme. Parece que el apotegma capitalista de la generación de riqueza es ineludible. Eso bien podría ser el inicio de otra prédica...