Como si no existiera, si de repente se aloca y se empeña en envolvernos con programas de TV de los que tenemos que enterarnos para tener de qué platicar con los clientes y amigos mañana, o de eventos políticos desangelados, poco concurridos y también, por supuesto, poco significativos.
Como si no existiera el mundo me acuesto en el sillón de la sala de mis suegros y Jimena y Sofía se alternan el treparse en mi panza, en jugar y brincotear. Correteamos el uno tras el otro, jugamos con palabras hidropónicas para celebrar los vegetales científicos. Comemos pescado empapelado, delicioso, y aún con lo sabroso, Jime se tarda los mil años y las 100 masticadas por bocado de rigor. Planeamos el futuro, sus viajes, el paseo del verano, la cena.
El mundo existe, justo vengo volando con un par de personajes que se hicieron famosos (más conocidos, más recordados) en La Academia, uno de los shows de TV que terminaron ayer. El avión de hoy es todo showbiz. Desentono.
El mundo existe, el Estado de México rodea y da circunstancia al Distrito Federal. No reniego de él, he vivido justo la mitad de mi vida ahí y la mitad en el DF. Pero sé que sus carencias, su subdesarrollo social y político, el cinturón con que vuelve a amarrar el desarrollo político del país, no dejan que el México del cambio termine de aparecer. Y si no podemos ni verle la cara al México del cambio es más dificil hacerlo realidad. Desentono.
El mundo existe y me esfuerzo en que su presencia no me resulte ajena pero tampoco determinante. Fox, con su mitín del sábado, demostró que la realidad le es completamente ajena. Los votantes del Estado de México demostraron que su realidad cotidiana es lo único que los determina.