En "El Cáliz de Fuego", JK Rowling describe uno de los trabajos del ministerio de magia: prohibir o regular la importación de alfombras mágicas árabes para proteger y que no compitan con las escobas voladoras. Fue quizá ahí cuando yo quedé enganchado a las historias multimillonarias del maguito (bueno, ya tiene 16 años, ya no es un niño) al que Time le adjudicó una rivalidad tremenda contra Nintendo.
Me gustó, sencillamente me gustó la naturalidad con la que, en una historia para niños, la autora encuentra la forma de incluir tantos elemenos de la vida diaria de nuestra época: los conflictos políticos, los económicos y, principalmente, los sociales.
El corazón de todos los conflictos en los seis libros de Harry Potter es una guerra entre los "pure bloods" y los demás. De esa tensión social se aprovecha el villano de la historia para hacer y deshacer. Casi no hay gente totalmente buena, ni gente totalmente mala, sino que van cambiando de bando conforme cambian las señales de poder.
El viernes hubo un atentado de grandes dimensiones en El Cairo. Al igual, o quizá más enfáticamente que los londinenses, los habitantes de El Cairo han desafiado a los terroristas con pancartas de que no serán amedrentados. Me confunde bastante el asunto, puesto que imaginé que los terroristas tenían una estrategia y ciertos propósitos medianamente claros. Bombardear una ciudad como El Cairo no encaja en ningún tipo de estrategia identificable. Es dispararse en el pie. Eso asumiendo que sean los mismos. Pero no hay razones objetivas para creer que sean otros, los americanos o los británicos los que hubiesen patrocinado un acto tal. En esta época en la que nadie distingue ni se preocupa por distinguir al "más malo" del "menos malo" lo que más me preocupa a mí es perder la inocencia en la aceptación de lo incorrecto.
Los ataques terroristas son "más malos" que las invasiones militares, creo yo. Si tienen o no tienen forma de contrarrestarlos los pueblos oprimidos, eso es otra discusión, y nadie en su sano juicio puede defender a los invasores o clasificarlos como "buenos"; pero creo que actitudes como recordar los muertos de cuando hay muertos por un atentado terrorista conduce a laberintos sin salida. Si los londinenses se "merecían" el ataque por lo que hizo su gobierno, ¿qué debían los empleados de los hoteles atacados en el Cairo?