jueves, septiembre 02, 2004

To eat or not to eat

Acabo de perder toda objetividad, si es que tuve alguna. Ayer a Jimena le prohibieron en su escuela comer chocolate, mismo que le habíamos puesto nosotros en su almuerzo como postre. El chocolate sólo se permite comer en la escuela en invierno para proporcionar calorías. Sí, en la misma escuela en la que Jimena ha estudiado por cuatro años, Nenet Calli Montessori, ahora le dicen (hasta ahora) que esa regla ha existido siempre.

Manuel describió este rincón como un lugar de "estructuras que buscan el orden sin moralina". Me sentí sumamente halagado por ello. En efecto, soy un fanático del orden, pero soy tan fanático que sé que sólo puede haber un orden perdurable (el único válido) basado en el equilibrio natural y no en reglas impuestas sin fondo ni razón. Y Jimena lo sabe aún mejor que yo. Por ello la regla de no comer chocolate se convirtió en un shock fuerte. Ayer se lo platicó a Edith, y a su vez Edith lo comentó conmigo. Me salí de mis casillas. Si por algo nos gustaba esa escuela es por el valor que se le da a la libertad de elección, característica del método Montessori tal como se ha aplicado en México. Jimena le explicó a sus maestras que si ella tenía chocolate en su almuerzo es porque sus papás aprobaban que lo comiera. Mucho gusto, los papás podrán aprobarlo pero nosotros no.

Las reglas impuestas a partir de criterios tan debatibles no deberían existir, pero no es esa la mentalidad de sus nuevas maestras. La regla existe porque se creó basada en cierta información creíble (que no es lo mismo que definitiva). Al que no le guste bien puede debatirla que su voz no será atendida, sino cortesmente "escuchada". Lo mismo me pasó hace rato cuando pedí hablar con la maestra de semejante asunto. El punto en sí puede resultar bizantino, total, si se nos pega la gana la niña comerá chocolate en la mañana y en la noche.

Lo que yo les traté de explicar a las maestras es el entredicho en el que queda su autoridad moral al poner reglas tan discutibles (o francamente absurdas). No debí esperar que lo reconocieran de inmediato. No lo hicieron. Lo terrible fue tener que "ponerme duro" para ser escuchado. Lo que ellas perciben como un "capricho" se trata de un principio fundamental de nuestra familia: Puesto que eres responsable, eres libre de elegir, y tu libertad debes pelearla. Tan simple como eso.