Llevo mucho tiempo rozando la idea. La fidelidad es un tópico agrio en el que nadie se pone de acuerdo. No pienso en términos de moral religiosa (cristiana principalmente), sino cómo vive uno sus relaciones y lo que siente con la infidelidad.
Mi experiencia es mínima. He provocado más infidelidades de las que he sufrido y también cometí alguna. En ninguno de los casos tuve conflicto moral. Pero en todos tuve conflicto sentimental. Desencadené sentimientos muy complicados de trenzar. No compaginan, pues. La relación de amor siempre determina pertenencia.
Ahora entre las parejas se puso de moda sustituir o remplazar fidelidad con lealtad. Buscando en el diccionario, resulta que una refiere a la otra. O sea, son lo mismo y ni al caso hacerse patos, a la pareja hay que serle fiel porque lo contrario no nos gustaría nadita. Pero la tercera definición de lealtad es harto interesante: "Legalidad, realidad, verdad"
Si se puede hablar de que la lealtad es legalidad, entonces sí entramos en una cuestión ontológica, argumento que los infieles rechazamos de entrada. La infidelidad sería, pues, la ilegalidad. Quién puede decir que no?, hasta el más recalcitrante de los infieles reconoce la ilegalidad de sus actos.
Pero la lealtad como realidad es aún más interesante. Si la realidad es "lo que de verdad existe", entonces la lealtad en una relación es existir para otro?. Ah!, el anhelado pretexto!, en efecto, uno existe para la persona que ama (cualquiera que haya amado sabe de lo que hablo).
Yo quisiera ser completamente fiel. Quisiera que no mo gustaran las arrobas de mujeres que me gustan. Quisiera ser monógamo en intenciones, no sólo en falta de oportunidades. Quisiera quitarme la idea de las opciones, de las posibilidades, de los antojos. Pero de momento, y durante los últimos 10 años, puedo presumir honrosamente que Edith siempre ha existido para mí de forma completa y absoluta y que no he dejado de amarla un sólo segundo. No me conformo, pero ya es un avance.