Sting declaró hace poco a una revista que la guerra contra el terror era un contrasentido: el terror es guerra y la guerra es terror. Los acontecimientos en Beslan de la semana pasada demuestran el absurdo de esa guerra.
Pero más que golpes de pecho y gritos de ira, lo que necesitamos es creatividad para solucionar los problemas que dan origen al terror. Yo no me imagino qué grado de fanatismo puede llevar a un terrorista a atacar una escuela, pero es necesario intentarlo. Es necesario entender los móviles y los mecanismos racionales y emocionales que llevan a las personas a cometer semejantes barbaries.
Creo también que es importante separar la gimnasia de la magnesia. El terror es el terror y la justicia de las causas es otra cosa. Hay gente que consigue sentar a su contraparte por esa vía. El mismo líder terrorista checheno Shamil Basáyev lo consiguió, por ese mismo camino, hace 5 años, cuando Boris Yeltsin amanecía todos los días en un charco de vodka y no estaba muy consciente de lo que hacía. Pero en esa ocasión no hubo lamentos, y la guerra continuó. Hoy la historia fue diferente. Más de 400 muertos, la mitad de ellos niños y jóvenes estudiantes, reclaman un nuevo examen de las políticas anti-terroristas.
Nadie duda del endurecimiento de la élite gobernante mundial, pero el sistema de fuerzas siempre tiende a equilibrarse. A mayor endurecimiento, mayor vigor y energía tendrá la reacción de resistencia. De hecho me pregunto si las acciones militares en Irak y Afganistán no serán más bien una válvula de escape a la ira puesto que muy efectivas acciones contra el terrorismo no han resultado ser ninguna de ellas.
Algún comentarista dijo que lo que hay que hacer es controlar al gobierno emanado del capital financiero internacional, como si dicho capital constituyera un bloque único. Umberto Eco, en un ilustrador ensayo sobre la guerra en su libro "Cinco escritos morales" (del que no encontré sino extractos filozapatistas que no me encanta enlazar) explica cómo los hilos del control del capital están finamente tejidos y que lo que beneficia a algunos poderosos no necesariamente beneficia a otros en teoría igual de poderosos. Un petróleo barato y un ambiente global seguro estimula el comercio global, la industra de viajes, turismo y aviación y a la industria automotriz. Nadie en su sano juicio puede dudar de la influencia y poder de semejantes industrias. El escenario contrario beneficia a las grandes empresas petroleras y a los constructores de armamento, poderosos igual, y perjudica a los otros. Así pues, la explicación del beneficio del "gran capital" cae por su propio peso.
Los que abogan por un proceso de culturización mundial creo que tampoco ofrecen una solución viable. No creo que los terroristas chechenos sean ignorantes muertos de hambre. Son gente con formación (deformación) educativa que no es menor. Por eso insisto que, cuando se enfrenta una agresión así, a nivel micro, lo único que cuenta es entender al individuo y su motivación. Yo por lo pronto intentaré hacerlo.