lunes, agosto 09, 2004

¿Cuánto pesa tu ego?

Ayer los Pumas de la UNAM le dieron una barrida y trapeada a los Tuzos del Pachuca en la final de un "torneo inventado", el de "campeonísimo" que no es otra cosa sino un partido más para sacar más dinero.

Últimamente los Pumas traen mucho filo. Fueron campeones la temporada pasada, acaban de anunciar un partido contra el Real Madrid y ayer le ganaron al Pachuca. El que en un equipo normal sería el Presidente del equipo (los pumas son patrimonio de la Universidad, administrados por un patronato "no lucrativo"), Arturo Elías Ayub (el yerno de México, casado con la hija menor de Carlos Slim), anda también bastante "sacalepunta", declarando que Hugo Sánchez debería ser el entrenador de la Selección Mexicana, etc.

En México la fama de Hugo Sánchez es enorme. Entiendo que fuera de México también es conocido y que es, todos lo saben, el futbolista mexicano más exitoso de todos los tiempos. Su personalidad es repulsiva pero sus éxitos profesionales son inobjetables. Y la pregunta del millón es justamente esa: ¿se necesita ser un hijo de la chingada como lo es Hugo para tener el éxito que tiene el tipo?

Y con "hijo de la chingada" quiero decir un mamón insufrible que siente que, dado su éxito profesional, merece todo en el mundo. Incluyendo, porqué no, la Presidencia del país, por ejemplo. La soberbia no conoce límites.

Pero por otro lado, en mi visión pragmática de la vida, soy un resultadista. Si hay resultados, y los medios fueron "lícitos" (sí, no importa su calidad moral) el único juicio válido es sobre los resultados. Hugo ha dado resultados. Pero pocos han sido los que le señalen sus fallos en México. Cuando triunfaba al máximo en el Real Madrid, quedó en evidencia su verdadera capacidad al ser maniatado por aquél magnífico Milán de Arrigo Sacchi, de los Gullit y Van Basten, el verdadero gran goleador de esa generación. Igual pasó en los Mundiales de futbol del 86 y del 94, cuando más lo necesitaba la Selección Mexicana, falló penales y no anotó goles. En España se sabe que los muchos goles que metía los metía a los equipos más o menos malos y que tenía detrás de él a un muy buen mediocampista como lo era Emilio Butrageño.

Es la estimación precisa de los resultados la que suele resultar muy difícil. Siempre se asigna demasiada gloria al vencedor y demasiada humillación al vencido. El que gana se lleva más de lo que ganó. Crédito, mérito, fama y reconocimiento. El problema es que no se sabe manejar lo que se ha ganado. Sólo algunos cuantos, los que dijo Brecht que luchan toda la vida, son los que no se detienen a manejar lo que han ganado. Resulta ser que el máximo ego es seguir sacrificándose...