Con cierta distancia y, lo reconozco, muchas tripas, siento necesidad de opinar sobre Chávez. El referéndum, creo yo, nunca debió ocurrir. Los opositores venezolanos son los inexpertos políticos más estúpidos de los que tengo noticia, y eso, viviendo en México bajo el gobierno de Fox, ya es decir mucho. Chávez no es, ni con mucho sujeto de mi devoción, pero debo reconocer que, en tierra de ciegos, el tuerto no es visto con buenos ojos (Semidios dijo por ahí). Y Chávez es tuerto y con el ojo "sano" lleno de cataratas.
No soy lector asiduo de ningún veneblog, pero si tiene tiempo que tengo una venezolana en el exilio en mis links, Sikanda. Justo ella acaba de postear una serie de ideas de las que discrepo de sobremanera (la teoría conspiratoria de que Bush y Chávez están coludidos para armar al terrorismo internacional me parece, por decir lo menos, fantasía en estado puro), pero cuyo sentimiento de fondo comparto: frustración.
Chávez es un matarife de segunda con algo de suerte en su perra vida y Venezuela un país, ya lo dije antes, tremendamente injusto. El resultado del referéndum era lógico y previsible. Si en lugar de promoverlo, de gastar todas y cada una de sus fichas promoviéndolo, la oposición venezolana se hubiera organizado, buscado un líder con un mínimo sentido político y esperar a que Chávez siguiera desbarrancando el país, en 2006 la cosa hubiera sido facilísima. No, se ha elegido, torpemente, el camino de golpear al mártir. Porque cualquiera con un mínimo sentido político sabría que esto no es una telenovela, que la realidad es que las desigualdades venezolanas son intolerables en un país tan estúpidamente rico en recursos naturales. Que la historia de la mitad pobre de Venezuela es oprobiosa y terrible, más que cualquiera de las varias que hay en Latinoamérica, y que son muchas.
Sólo por eso, por la natural "causa y efecto", creo que es lógico lo que pasó en Venezuela. Lógico, sí, y también muy trágico.