La Alameda de la Ciudad de México solía ser un lugar al que no se podía faltar a fin de año, siendo niño. Decenas de montajes con Reyes Magos y Santa Clós para tomarse la rigurosa foto y cientos de puestos de fritangas diversas, la vitamina T en todo su esplendor. Elotes, esquites, buñuelos, hot cakes (panqueques?), algodones de azúcar, poche, quecas, pambazos. En fin, por eso estoy como estoy, mis papás siempre me llevaron. Ya siendo ruco, de 20 años, seguíamos asistiendo mis hermanas y yo, con el buen pretexto de llevar a la hermana más pequeña, Guadalupe, de 10 años en ese entonces.
El lugar era imposible. Una aglomeración brutal, salvaje, cientos de miles de personas y de verdad no exagero (ok, unos doscientos mil) en un espacio de 2 veces el tamaño del Zócalo, la plaza mayor del DF. Todos intentando pasar (a dónde?), formados en diferentes filas para las fotos, desde las 6 de la tarde hasta la medianoche, todo el maratón Guadalupe-Reyes (del 12 diciembre al 6 enero).
Nunca me fue particularmente molesto, pero poco a poco me he ido scroogeando (what?) y la verdad, ahora es poco lo que toleraría en cuanto a mezcla de empujones, olores, gente.
Pero Jimena no tiene la culpa, así que como sucedáneo la llevamos el pasado sábado al, ahora famoso, Árbol Navideño de la Ciudad de México. El lugar es muy parecido a lo que era la Alameda en sus tiempos de mayor gloria, pero como la centésima parte de tamaño. Pensándolo bien, no, no se parece en nada más que en las fritangas. Abajo del famoso árbol (si Tsef, tu primo) lo que han puesto es una pequeña feria, cinco o seis juegos mecánicos y varios puestos de suertes: canicas, tiro con "rifle", dardos y globos, etc. Fue divertido tirar el dinero en esos puestos; con los dardos no le doy ni al mundo y en canicas Jimena, obvio, sumó más puntos que yo. Los premios son orgullosamente "piratech" o juguetes "orgullosamente (MAL) Hechos en México". Fue también mi reencuentro con los coches chocones en los que reafirmé que no soy tan mal piloto y Jime empezó a perder el miedo a los golpes. Y como cereza del pastel conocí a una de mis musas de adolescencia, Ilse, de Flans, que como buena madre llevaba a su prole a conocer el lugar del populacho. En fin que por un pequeño rato recordé esos paseos de época decembrina y quién sabe, en una de esas me animo a llevar a Jime a las Grandes Ligas de Aglomeraciones Defeñas.