El tianguis del oro se pone los fines de semana en la calle Oro, en la Colonia Roma, del DF. Hace esquina con Insurgentes y el eje 2 poniente, Monterrey. Es uno de los lugares más tradicionales de compras de la clase media culturosa chilanga, ya que está justo en medio de dos de los barrios más idem, la roma y la condesa. Cuando recién casado, yo vivía cerca de ahí, en la colonia Juárez y varios de nuestros paseos dominicales empujando la carreola de Jime consistían en pasar y mirar, curiosear. Es como un "mercado de pulgas", o al menos esa era su intención y vocación antes.
Este sábado, estando mis niñas de viaje, me dí una vuelta para ver si encontraba algo que me gustara y quizá, comprar algo. Soy consumista compulsivo y el peor enemigo de mi prosperidad. Pero me lleve un cierto grado de decepción.
Hace poco, alguien me dijo que ponía en duda mi chilanguitud. Pregunté a un juez imparcial sobre la naturaleza de mi chilanguez y me dijo: "Maese, usted es tan chilango que si hicieran un concurso de chilangos, haría usté su concurso pirata para ganar seguro". Me sentí reconfortado pero también, debo confesarlo, un poco agredido.
El tianguis del oro ya era famoso por sus artículos pirata hace 6 años que lo visitábamos continuamente. Pero algo en su naturaleza percibí cambiado. Ahora es centro del más profuno wanabismo que nos caracteriza a los chilangos. Conté no menos de 15 puestos donde vendían bolsas "piratas", imitaciones de Burberry y Louis Vuitton. Otros tantos que venden playeras tipo polo de "Lacoste", "Nautica", "Abercrombie" (de Abercrombie nadie vende legal en México, por ejemplo) y naturalemente, "Polo Ralph Lauren". Y así, muchos más. De los puestos que nos gustaba visitar y curiosear a Edith y a mí, y en los cuales varias veces compramos regalitos para familiares y amigos, solo sobreviven dos o tres. Y también, signo de los tiempos de migración que nos caracterizan, el puesto de antojitos y comida más grande del tianguis ya no son garnachas, sino carnes argentinas "Bariloche".
Soy defensor del libre mercado y por supuesto que no me escandalizo con la imposición del wanabismo sobre nuestro espíritu "tradicionalista". Pero que no me escandalice no quiere decir que me guste. No se trata de calificaciones morales sino de identificación de espacios. Es increíble lo rápido que los espacios cambian y dejan de ser lo que aún simbolizan.
En realidad, lo que quise decir con el título del post es que quiero permanecer. Pero no puedo declararlo abiertamente porque de hecho no quiero permanecer. Así, interpreto mi necesidad de estabilidad, como una necesidad de estar. Ahora mismo no estoy, aunque sí sigo siendo. La movilidad que he necesitado últimamente me tiene mareado. Mirar mi entorno y verlo "montañarusear" me ayuda nada a mis deseos. Igual debo recurrir a Newton.