El 9 de julio de 2001, yo estuve ahí. Era un día triste, lluvioso y frío, típico de invierno. Estuve en Santiago de Chile el día que Pinochet fue sobreseído alegando demencia. Ví la noticia sentado en un McDonalds de Barrio Suecia (un barrio tipo Condesa) y la gente, toda, a favor o contra él, estaba tensa. Desde 1998 había seguido con emoción la detención del dictador en una visión más de espectador de corrida de toros que de activista político.
Santiago lloró, era mi segunda vez ahí y compartí el dolor. El caso Pinochet ya no era un asunto de noticia, era una llaga visible en un pueblo dividido. Armando y su natural diplomacia: Había yo visitado el día anterior la "casa chica" de Neruda, la Chascona. Me llamó particularmente la atención un cuadro que representaba a Chile en un estadio de futbol, dividido en rojo y azul y la guía explicando que "simbolizaba la división chilena". Yo y mi humor negro idiota (mi humor, no el negro), atinaron con suma delicadeza a comentar "simbolizaba?, o sea, ya no están divididos?". Compartía el recorrido con un grupo de mujeres españolas, ya algo maduras, sin poderles llamar viejas. Su mirada de desaprobación me hizo sentir cucaracha, pero el rubor en las mejillas de la guía me hizo sentir que mi observación era correcta, tantos años después.
La división política sudamericana durante casi todo el siglo XX fue así, en rojos y azules, liberales y conservadores. Los liberales se radicalizaron en socialistas y los conservadores en imperialistas. Sudamérica era una esquina alejada del juego geopolítico mundial, pero la guerra fría también estuvo ahí. Pinochet, aún más que Videla, Stroessner o cualquier otro generalato sudamericano, simboliza la traición que representó esa lucha.
Si yo hubiera sido chileno políticamente activo en 1972 y no un bebé mexicano tratando de aprender a caminar seguramente hubiera estado contra Allende. De entrada me caga la izquierda, así sin más, y esa izquierda allendista nada tenía que ver con el ahora muy tolerable corte "socialdemócrata" de las izquierdas "modernas". Era izquierda marxista pura y dura. Pero Allende ganó las elecciones a la buena. Y ni hablar. Apechugando y a esperar la siguiente oportunidad. La Fuerza, así, con mayúsculas y mal usada por Estados Unidos con Pinochet como testaferro es absoluta y completamente despreciable. El genocidio represivo y el tener que utilizar un estadio para escenificarlo. Todos los hechos, el Judas, el circo, el coliseo están tan cargados de simbolismo.
Aprendí a querer a Chile a inicios de 2001, en mi primer viaje. Me sorprendió el cariño y admiración que tienen a México y los mexicanos. Vía Televisa, Chespirito, Pedro Infante y Paulina Rubio, quizá muy burdo. Pero es genuino. Uno se siente como en casa ahí. Ahora Chile busca, de alguna forma, no dar vuelta a la página así como así, alegando demencia. Están cerca de lograrlo, pero así de cerca se veía hace tres años y medio.
Así es la locura, ceguera ante el abismo.