Jimena quiere sol, extraña su ventanal donde el sol de la tarde le regalaba cientos de rayitos filtrados por la copa del árbol enfrente del edificio.
Estamos ya en una edad de hábitos. La hora de comer, de hacer tarea, de jugar, de ver tele. Hasta hace poco nuestras tres vidas eran anárquicas en horarios. Faltaba mucho a la escuela y cambiaban de agenda (ella y Edith) a la menor provocación. Un día el parque, otro el cine, otro estudiando. Yo llegaba y salíamos a pasear un rato, a hacer el super a la "hora gay" (después de las 9 pm) al cine o a lo que fuera. Esos desórdenes han disminuido de frecuencia, se han espaciado. No me gusta, pero de igual forma esa "estabilidad" a ella le ha sentado bien, ha aguzado su creatividad y su inventiva, se le ocurren mil y un disparates e historias, muchos inventos locos.
Está desarrollando muchísimo su conciencia social, sus valores de convivencia. Le molesta y hasta llora por el excesivo materialismo de toda la gente. Cuando nos ve preocupados por el dinero nos anima, nos dice que por ella no nos preocupemos, que tiene mucha ropa y juguetes de sobra, que le gustaría una casa con jardín para su perro pero que puede vivir toda su vida sin eso. No digo que se conforme, no se le olvida que le prometí su Audi TT para la universidad (me lo recordó en la mañana, cuando le dije que mejor manejara ella y me dijo que cuando fuera grande ella me llevaba en su coche al trabajo) pero no se obsesiona, no se apega, no engancha su ego. A veces me cuesta trabajo convivir con un ser humano así, tan irracionalmente normal, tan ordenadamente inestable, tan disparatadamente armonioso.
Edith anda igual. Alguna vez sentimos que "ya la habíamos hecho" y no, la verdad es que Jime es muy pequeña aún y nos quedan buenos años para disfrutarla. No sólo eso. Aunque esperamos fervientemente su independencia, creo que sí hemos podido hacer que ella cuente con nosotros y nosotros con ella, aunque estemos lejos, siempre.