Entre ayer y hoy ha iniciado en la blogósfera una nueva ofensiva contra la funesta televisión y a favor de la hermosa doncella que es la lectura. Subiéndome al carrito de las desgracias nomás de apoyo moral quisiera argumentar en contra de tan loables intenciones:
- Creo que es responsabilidad de los padres educar a sus hijos en hábitos adecuadamente surtidos. Poner a disposición de sus hijos las posibilidades de elección (libros, actividades, play station, TV, Internet, ocio absoluto) y dotarlos de herramientas para tomar decisiones y elegir según su gusto, necesidad, antojo e interés. Al principio, leyendo la noticia de las intenciones legislativas inglesas, me sonó bien. Después el godo recalcitrante que llevo dentro me dijo: "NO wey, eso es fascismo". El debate está abierto. Me inclino por la libertad y la autodisciplina, ya lo he declarado. No es fácil pero es necesario.
- En México el progreso en los materiales educativos oficiales es impresionante. Insuficiente para los críticos utópicos que creen en Revoluciones Culturales Maoístas, seguro, pero definitivamente superior. Yo recuerdo claramente la forma en la que me educaban en la primaria, llenando "planas" con números y letras sin ton ni son, sin sentido, a lo pendejo. Los libros de educación elemental actuales están mucho mejor diseñados, para que los niños sean más atraídos a la lectura y, más importante aún, a la escritura. "Opina sobre esta situación", "Escribe lo que tú harías", "Cómo terminarías este cuento", son las instrucciones que abundan en los libros de 1o. y 2o. de primaria. Eso, en mis tiempos, hace ya muchos, 26 años, hubiera sido una utopía. Nadie me encargó que escribiera nada sino hasta los 14 años y eso porque tuve un buen profesor de Español en la secundaria. Los resultados fueron funestos, pero heme aquí. 8 años más de práctica tendría ahora.
El futuro será mejor si aprendemos de verdad que esa lucha, entre la TV y los libros, se debe librar en el frente principal, la recámara de los niños.