martes, noviembre 11, 2003

El fin de la colina

En alguna parte de los 30 y los 40 llegamos al final de la subida y de ahí todo es cuesta abajo. Es algo así como que el impulso que agarraste te ayuda a terminar el camino. No dudo que después de los 40 puedan ocurrir cosas importantes, pero lo hecho es más que lo que hay por hacer, y el pasado siempre pesa y acumula.

Percibo eso en mi memoria. Llena de situaciones, acumulando buena y mala leche; aunque estas últimas se guardan en el corazón, creo que se alimentan de la memoria. Yo trato de olvidar y muchas veces lo consigo. Es básico olvidar los agravios, es como el sedimento de sal en las ollas viejas. Llega un momento en que el agua no se calienta.

¿Acaso estoy melancólico? sí, puede ser que esté melancólico. Seguro ando en mis días.

No me queda la melancolía, novia silenciosa. Lo mío, lo mío, no es la chaqueta (opuesto a Bichir) sino lo contrario, el compartir. Pero hombre soy y nada de lo humano me es ajeno, así que ando cumpliendo 32 en plan autista. Salucita de la güena, alguien gusta?