viernes, noviembre 07, 2003

Estaba un día el Santos...

Yo ya empecé a cerrar todas mis ventanas de messenger, de Power Point, de Excel y algún otro archivo abierto por ahí y de repente se me ocurre mirar mi blog: Hoy no había escrito nada!, así que raudo y veloz me dispongo a llenar el espacio que debo llenar (qué morbosidad, eh?) y me pongo a vaciar lo que se me ocurra por los dedos en el momento.

Hubo varios temas buenos hoy. Uno fue que me expliqué muy mal y que también entendí muy mal. Como ya está pasando demasiado seguido creo que tengo que hacer esto de los post con más cuidado.

Otro malentendido fue respecto a la mentira, la honestidad, el engaño. Ambos temas, las percepciones (cero Doors, que mueran Morrison y Blake) y las mentiras creo que son caras del mismo cubo (dodecaedro?)

La interactividad de este tipo de ideas me está haciendo reventar. Ya mi pobre cabeza, entrecana y agotada, no sabe por dónde explicarse a ella misma. Cuando hablo de honestidad de personas hablo desde mi marco de referencia: Nadie es 100% honesto, y sí, sólo el hecho de usar pseudónimo ya es una mentira, quizá muy pequeña pero es mentira. Falsa verdad, le puse en otro lado. Verdad alternativa?, adicional?, no lo sé. Sé que efectivamente, poner en evidencia una mentira es poco elegante, antisocial. Y sé también que el tiempo coloca mentiras y verdades a lo largo del camino con caprichoso azar ( o sea, una suerte de doble chance). Que cuando uno se esfuerza más en conseguir la verdad en la gente más tiende a amar a su perro. Que la gente solemos aborrecer la mentira como al olor de las cañerías. Y que tanto el olor de las cañerías como la mentira son inevitables. Discurren para sanear.