Fuimos ayer a comprarle su regalo de Día del Niño a Jimena: Una bicicleta. Mi hija es niña de departamento y por lo tanto las mascotas se han reducido a tortugas y pericos, los perros son poco compatibles con los afanes (justificadísimos, claro que sí) higiénicos de Edith. Los gatos, quizá más higiénicos, me provocan alergia a mí. Salir a jugar a la calle, un privilegio que yo siempre desprecié, es algo que Jime tampoco ha podido disfrutar mucho. Pero en la zona que vivimos hay algunos parques más o menos decentes y ha podido jugar por ahí algunas veces.
Yo de niño tenía una bicicleta marca "vagabundo". Era un diseño extraño que ahora ya no se encuentra por ningún lado. La rueda trasera era muy grande en proporción con la delantera y tenía el manubrio alto con forma de cuernos de carnero. Era la bici de los flojos, me enteré después, cosa que yo siempre he sido. Me gustaba mucho, por ahi de mis 11 ó 12 años, recorrer la colonia donde yo vivía en mi bicla. Como era un fraccionamiento relativamente nuevo no había muchos problemas de delincuencia y como quedaba en las orillas de la ciudad, después de 15 minutos de pedaleo ya estaba uno en posibilidad de ver campo extenso. Recuerdo que eso sí me gustaba.
Pedaleaba solo. Mis hermanas tenían su bicicleta pero no eran muy fanáticas del pedal. Jimena tenía mucha ilusión de tener su bicicleta y aprender a andar en bici (uno de los logros que suelen transformarse en hitos en cualquier infancia) y verla trepada en ella me encantó. Ahora tendremos que buscar lugares donde pueda practicar y estirar ampliamente las piernas. Siempre he sido urbanita y las breves experiencias vagabundo-callejeras-suburbanas que tuve fueron más que suficientes para satisfacer mi escaso sentido de aventura. No sé qué instintos aventureros tenga Jime, ya me tocará irlos descubriendo. Pero la inseguridad es un problema que en mi infancia no tenían que tolerar mis padres.
La bicicleta la compramos en una tienda especializada que está en Av. Cuauhtémoc, no es parte de ningún centro comercial o complejo comercial. Eso es algo muy raro en nosotros pero resulta ser que la tienda está súper equipada, cuenta con gran variedad de modelos y todo tipo de accesorios para ciclistas. Tiene, dentro del local, lo que los gringos llaman una "great shopping experience". El "pero" llego a la hora de que nos cobraran. La cajera, así nomás, nos dio un total a pagar de +- 1,350 pesos. Nosotros preguntamos el desglose de la cantidad puesto que la bicla costaba 830 y el casco 370. La cajera no supo qué decirnos para justificar la cantidad que nos dió y peor le fue cuando le pedimos factura con IVA desglosado.
Total, terminamos pagando 1,260 pesos(le compramos rueditas de apoyo a la bicla). Y ratifiqué el porqué no me gusta comprar en lugares que no sean establecimientos con métodos, sistemas y procedimientos fijos y establecidos: Cualquier lugar en el que los procedimientos y sistemas no sean rígidos dependen de la buena voluntad humana para que las cosas ocurran como deben de ser. Y de eso se trata tanto la ley como la seguridad. Ese es el Estado que no hemos podido construir en México. Uno donde las leyes sean tan necesarias de seguir que no haya por donde escaparse. Porque, reconozcámoslo, el mexicano siempre busca el recoveco para escaparse del cumplimiento de la norma.