Llegué al restaurante donde mis mujeres (mis tres hermanas, mi mamá, mi hija y mi hermosísima esposa) estaban reunidas para cenar en un festejo atrasado del día de la madre a las 10:20 pm. Me salió de última hora un viaje relámpago a Monterrey y me regresé en el último vuelo de Aeroméxico (o penúltimo, no estoy seguro).
Compré mis boletos desde el día que los anunciaron a la venta, excepto el de mi hermana menor y su novio. Esos los compré por teléfono dos días después. Pero al quererlos recoger, me dijeron que ya estaban vendidos. Edith, que no es virgen pero sí hace milagros, consiguió boletos en Pabellón Cuauhtémoc, algo más lejos de mi casa, pero no tanto. Ayer mismo, cuando llevaban una semana agotados.
Yo tuve un día mixto. Cometí uno de los errores más graves que he cometido en toda mi vida profesional o por lo menos así me lo hizo sentir mi jefe por teléfono, antes y después de la cita a la que fui a Monterrey, en la que, curioso, me fue bastante bien. Por lo tanto, sumándole que ya no soy ningún jovencito al hecho de que anduve como prenda íntima de sexoservidora todo el día, llegué fundido al restaurante.
Pero la Fuerza es strong en Jimena. Su emoción por la película me reanimó y me animó durante toda la película. De hecho la disfrutamos a la par. Me esforcé por ponerme en sintonía con ella, con lo que le gustaba y lo que la impactaba de las escenas que veíamos. Veía la película para entender las intenciones de Lucas con cada escena y poder explicárselo a Jime, bajo mi óptica, por supuesto, con lo que yo sé de Star Wars, lo que yo interpreto y, de alguna forma hay que llamarlo, entiendo.
La parte actoral de la película aprueba con 6, el argumento es bueno, casi excelente. El guión lo mismo pero demasiado irregular. La fotografía y cinematografía es genial cuando es digital mayoritariamente, y regular a mala cuando es 16 mm "análogo".
Y Jimena y su papá ya queremos verla de nuevo.