Las quejas de los globalifóbicos no cesan: Todo el mundo está perdiendo identidad y la supremacía de los Estados Unidos (hegemonía?) saca ronchas por todos lados. Todo mundo reclama diversidad.
Desde el 99 que leí "El mundo y sus demonios" me di cuenta que la mentada globalización es solamente una capa comercial más y que las preocupaciones sociales de mi hasta entonces gran ídolo no eran las mías porque nuestras sociedades no eran, para nada, correspondientes. El espíritu de la sociedad, de la gente, está en otro lado, en sus domingos por la mañana.
Mi familia siempre ha sido de la costumbre de usar los domingos para descansar hasta muy avanzada la tarde. De niño y hasta avanzada la adolescencia la rutina era muy similar: un paseo cada seis u ocho semanas y los demás domingos ir de compras al tianguis para los víveres semanales y, durante una temporada de la infancia, sí que me llevaban a misa en la tarde, o al mediodía.
Después cambié la misa por el futbol, la NFL, la FIA, y un largo etcétera. Luego trabajaba como enajenado, domingos incluídos y luego vino Edith y domingos mañaneros, pláticas y TV y desayunos y brunches.
Pero mis domingos, lo reconozco, son atípicos. Mucha gente, quizá demasiada, dedica sus domingos a los servicios religiosos. Misas, sermones, labor en la iglesia. En un artículo que acabo de leer en New Yorker descubrí a un tipo que, ahora que googleo, es famosísimo, poderosísimo y muchos ísimos más y del que yo no tenía ni puta idea de su existencia (y me considero medianamente conocedor de lo que pasa en el mundo): el pastor Rick Warren.
Como sea, todos esos "ísimos" son sólo válidos en Estados Unidos. Una breve encuesta en mi lista de messenger me dice que ese wey, cuya influencia en el vecino país es enorme (el wey es el pastor de Rupert Murdoch, Peter Drucker y un largo etcétera de mogules) aquí no lo conocían varios de los más informados "mediajunkies" que conozco (y conozco varios). Un tipo que ha vendido 25 millones de copias de su librito no debería, creía yo, pasar tan desapercibido.
Pero lo ha pasado. Aquí en México, al hablar de religión, invariablemente invocamos a la Iglesia Católica y nuestra particular fauna jerárquica local (Onésimo Cepeda y Sandoval Íñiguez son dos especímenes ideales de caso de estudio de intolerancia religiosa y relación con los poderosos). Cada iglesia tiene bien controlado su territorio e incluso las iglesias evangélicas y bautistas mexicanas funcionan con gran independencia de las norteamericanas (casos especiales son, quizá, los mormones y los testigos de Jehová).
En el artículo comparan el activismo religioso de Warren con una guerrilla. Es un tipo que ha organizado sus servicios religiosos de forma "celular" (el artículo se llama "The Cellular Church" y no lo enlazo porque no lo encuentro) y se ha dedicado a preparar solamente a los líderes de sus células guerrillero-religiosas. Sus sermones son insustanciales en ideología cristiana, solamente guías pragmáticas para poder seguir llamándose cristiano. Y, sobre todo y principalmente, formar parte de un pedacito de la sociedad: su iglesia.
A propósito del drama social de Nueva Orleans, Time revivió una frase de Margaret Thatcher que yo no concía y que, en teoría, epitomiza el pensamiento republicano-conservador de finales del siglo XX: "There is no such thing as society, there is only individuals and family". Como se demuestra el la liga anotada, la idea no es tan fácil de destruir como parece a simple vista. Pero Time dijo, creo yo con razón, que era hora de dejar atrás la filosofía reaganthatcheriana y volver a colocar a la sociedad como parte fundamental de la vida del individuo. Y si eso se hará estimulando su relación con su necesidad espiritual, pues que así sea. Tengo la impresión de que el mundo es, todavía, suficientemente grande para que quepamos en él los religiosos y los ateos.
Us and them, diría el Floyd.