En Av. Cuauhtémoc esquina con Municipio Libre, casi diario, de seis a nueve de la tarde/noche, un tipo en silla de ruedas se pone a pedir dinero con su familia (dos hijos, de unos 10 y 7 años). El "alto" dura unos 30 ó 40 segundos, 15 de los cuales el tipo hace un intento de malabarismo con dos naranjas y los demás los dedica a recorrer los carriles para pedir limosna.
A veces pone un letrero que dice "necesito alimentar a mi familia" y no hace el juego con las naranjas. Ese crucero, sobre Av. Cuauhtémoc, tiene la particularidad que el carril de extrema izquierda está casi siempre libre y los que somos muy salvajes para manejar lo tomamos para rebasar a todos los demás. Es una maniobra algo loca puesto que por lo regular, atravesando la calle hay camiones estacionados sobre la avenida (que se supone que es eje vial, pero como tiene siete carriles no se afecta tanto a esa altura) y hay que acelerar bastante de arranque para lograr el rebase. De cualquier forma, yo sólo necesito un carril puesto que en el sémaforo inmediato siguiente doy vuelta justamente a la izquierda.
Llevo viviendo en mi actual domicilio ya tres años y meses. El tipo se pone a trabajar en esa esquina desde que yo me acuerdo que paso por ahí. Ya me he llevado varios sustos porque, por lo general, se estaciona en el carril que yo uso para rebasar a contar su dinero o bien a organizarse para recorrer los carriles. No soy el único loco para manejar en México DF, de eso pueden estar seguros. Pero el tipo, que yo sepa, ha sobrevivido y no ha sufrido accidentes en tres años de trabajar en un crucero que es, de todas formas, peligroso.
Cualquier compañía de seguros que analice el riesgo al que el señor se expone en su trabajo (ellos así le llaman, no me vean feo) cobraría una prima de cobertura altísima, el riesgo es enorme. Y de todos modos el tipo trabaja, alimenta a su familia y, por lo que he visto, tiene una jornada de trabajo reducida. Su trabajo, aunque sin prestaciones sociales, parece ser suficiente, puesto que sigue ahí, trabajando en el crucero.
Y sigue vivo y no lo he atropellado yo ni ningún otro loco de Avenida Cuauhtémoc.