El manejar tu propio auto te da una cómica y tierna ilusión de que manejas tu destino. En realidad te hace esclavo del camino que recorres, conducir te roba el tiempo del camino.
Llevo tres horas recorriendo trescientos metros. Aún viviendo en una de las ciudades mas atascadas de mundo entero no creo que algo así me haya pasado más de dos veces, ademas de hoy.
Pero a diferencia de esas otras veces hoy yo no conducía. Me abandoné plácidamente al ocio contemplativo, a medio mirar el catálogo humano que hace fila para pasar caminando la frontera y a notar cosas que no me son comunes, como una gran parvada de zopilotes que, volando en circulos, vigilaban gallardamente la frontera específicamente la "garita" de San Ysidro.
Ya estoy, físicamente, en USA, pero este post se va a publicar por via de electrones mexicanos, porque sigo justo en la frontera. Me gusta vivir estas cosas.