lunes, enero 16, 2006

L'isola di niente

Es quizá lo mejor que me he regalado en mucho tiempo. En mi reciente incursión en el Zacas redescubrí mi añeja afición por destrozarme los oídos. Lo hice con tanto entusiasmo cuando joven (sí, ya había audífonos en ese tiempo) que a pesar de haberme hecho una audiometría de la que salí perfectamente librado yo sostengo que soy medio sordo.

Ahora, después de haber comentado la soledad que me hacen sentir los audífonos tuve que abandonarlo de inmediato justo porque, según el "ergonómico" diseño de los audífonos, me volvieron a tronar los oídos en segundos.

En La Costa, con un campo de golf muy chingón de vista y con todo el American Way of Life (& Success) around me, este regalito que me hice me logra aislar y concentrarme en mis posesiones físicas más preciadas: Mi compu y mi disco duro con música.

El regalito son audífonos que no son tipo "chícharo" pero que tampoco tienen la molesta diadema que los una, sino sencillas agarraderas que se cuelgan de las orejas. No es nada del otro mundo pero me permite subirle el volumen a todo lo que da esta cosa sin que me moleste en lo más mínimo el sonido. Nada como 2000 Watts RMS que hagan vibrar todo lo que está alrededor y adentro de las tripas, pero esto, como dicen, "would suffice" en mi personal Isla de la Nada.