La consumación de la toma del poder de Evo Morales ha resultado simbólica y casi orgásmica para la izquierda del hemisferio. Veo a Cuauhtémoc Cárdenas por televisión en éxtasis en La Paz y leo el editorial de La Jornada el día de hoy y la verdad no termino de entender qué es lo que tanto festeja esta gente. ¿Qué tienen en común el obrero social cristiano Lula con el excelente negociante judío Kirchner con el proto-gorila Chávez con el, al parecer ladino, Presidente boliviano? y peor aún, con la culta y refinada Michelet chilena y el castizísimo Zapatero?
Todos ellos, qué tienen que ver con el Peje, nuestra opción de izquierda? Evo Morales repitió en su discurso frases que ya eran viejas cuando él nació. Verdades como mares, eso de que las oligarquías locales nos tienen jodidos, no por repetirlo eso deja de ocurrir. Ayer López Obrador dijo que el pueblo no es tonto y que le copian (en el colmo del histerismo y el efectismo) los otros candidatos sus propuestas. Un canto de merolico del tipo "no se dejen engañar, aquí vendemos chino original".
Repitió Evo el drama indígena, que drama es pero que ya debería de desdramatizarse para resolverse. Habló de sangre y de que no será vengativo. Habló de exterminio como si Bolivia no tuviera un 70% de su población indígena o si Guatemala no hubiera pasado de tres a diez millones de habitantes por el crecimiento de la población indígena.
Prometió incorruptibilidad y honestidad. No soy tan cínico neoliberal para decir que prefiero eficiencia corrupta que ineficiencia honesta pero definitivamente creo que es más importante enfatizar la necesaria eficiencia en la conducción política para salir del subdesarrollo que hacer énfasis en la corrupción de las oligarquías (que siempre tiene varios culpables) y pensar que se puede desaparecer es con varita mágica y que, una vez desaparecido, se haga la magia del desarrollo así como así.
Así dicho, creo que lo que más me enoja del discurso de izquierda es el tono moral. Acusan de corrupción y de malos manejos en lugar de atacar las debilidades prácticas del neoliberalismo, que no son pocas. Pero en ese discurso se deja ver el manejo de no hablar de argumentos sino de consignas, que son las que consiguen votos. Ay, democracia, cuando nos darás un poquito de educación.