miércoles, enero 11, 2006

Sencillos

El tema no termina nunca. Hoy en la comida discutíamos sobre la factibilidad de realizar el objetivo de negocios de la empresa (incremento de 64% en ventas) comparada con la posibilidad de conseguirle "pareja definitiva" a la Directora de Consultoría, una señora de 4x años (donde x>5) que se casó cuando tuvo 20 y se divorció tres años después y desde entonces ha disfrutado de las, supongo que también, exquisitas mieles de la soltería.

Mientras que yo opiné que por el propio bien de ella se debería dejar de intentar tal tarea, mi jefe obstinóse en que sí era posible e incluso deseable. Yo admiro mucho a mi jefe respecto a negocios y capacidad gerencial, es un tipo MUY competente. Pero en cuestiones de vida diaria tenemos visiones muy diferentes.

Retomando mis lecturas blogueras me encuentro hoy, también, con este post que aborda el mismo tema desde una óptica 20 y pico años más fresca. Curiosa e interesantemente, mi jefe pertenece al estrato socioeconómico que hostiga tanto a la blogheroína en cuestión.

Yo procuro no hacer etiquetas porque me enseñaron, desde muy niño (sí, con escritura cuneiforme), los diagramas de Venn, la teoría básica de conjuntos y las uniones y las intersecciones. Pero definitivamente el prejuicio sobre la "necesidad de tener vida en pareja" de la clase media mexicana es enorme. Y por lo tanto la presión social para quien disfruta la soltería es correspondiente. Lo padezco mucho más de cerca con mis hermanas: Patricia, de 32 años, sin pareja formal desde tiempos de la Perestroika y sin visos de conseguir un padre para el hijo que sí quiere tener y Laura, mi hermana de 33, tampoco tiene pareja pero ella se maneja casi con puros niños (que también cargan con el prejuicio y le preguntan bastante) así que la presión es diferente, más chiquilla.

Verde me preguntaba, poco antes de irse, que qué onda con la fundación de la vida familiar, el amor y el desamor. Por más que me cansé de decirle que el amor y la vida familiar requieren de una receta MUY diferente a las que se utilizan en las relaciones de solteros, creo que nunca me creyó.

Sin embargo, creo, pensándolo mejor, que sí hubo algo que le pude decir a Verde al respecto que pudiera haberle hecho sentido: El matrimonio, la vida en pareja, es igual que el noviazgo y la soltería, muy disfrutable si se sabe vivir en felicidad. Ya el oficio de hacer duradera la felicidad en equis o ye estado sí requiere otras habilidades, pero de entrada, irse moviendo entre soltería, noviazgo, parejas con ropa en la casa, arrejuntes y matrimonios es un camino que yo creo es perfectamente válido (la errabundez del status marital) siempre que se viva con la conciencia de que a uno le gusta eso y no se la viva anhelando la estabilidad y la permanencia.