Tres días después de la puesta en marcha del Metrobús puedo opinar que ni es tan fracaso como apuntan unos ni tan exitoso como proclama el Peje. No pienso que todo tenga que tener un justo medio, de hecho me gustan los extremos (curvas, pliegues), pero en este caso, la cobertura de los problemas del lunes fue necesariamente incompleta.
Y fue incompleta no porque a los periodistas que la hicieron les faltara la sagrada objetividad (diosa omnipotente de la era de la razón) sino porque les faltó tiempo. Les faltó revisar comparativamente el funcionamiento del animalito ese el día uno, en el que nadie sabía bien como funcionaba, con el día tres, en el que tanto automovilistas como usuarios del sistema empezaron a entender mejor los pros y contras del asunto.
¿Que si no le veo defectos? Muchísimos. Los operativos creo que se irán arreglando conforme se estuiden las dinámicas de uso de la gente. Me consta que en cada estación (no ví TOOODAS las estaciones, pero sí recorrí de San Angel a la Glorieta de Insurgentes, unos 10 kms.) había personal con radios reportando el tránsito de las unidades, qué tan llenas iban y cuánta gente se quedaba sin abordar. Los otros, los de infraestructura, me preocupan mucho más, porque esos no se van a corregir. Entiendo que la Avenida de los Insurgentes no es la pista de carreras que a mí me gustaría que fuera (trabajo en un edificio que está sobre dicha avenida) pero el achicamiento de los carriles ha hecho que, de facto, sólo haya dos carriles libres para la circulación y por lo tanto, terriblemente lenta.
Hay muchas teorías sobre el caos y la repentina o súbita aparición de cierto tipo de orden en el caos más inexplicable. No es el punto de este post. Pero sí creo que lo que hace falta, muchas veces, es un intento de cambio. El Metrobús es un intento de orden, de civilidad. En lo personal prefiero altas dosis de anarquía pero sé que eso es sólo posible (de forma duradera) después de una etapa en la que el orden lleve a subconsciente colectivo a una etapa de desarrollo (conciencia de la otredad, cfr el renacido chango100) en la que la anarquía sea posible.
El Estado de Orden lleva 5 años roto en México. No se ha sustituído por una democracia ni por un Estado de Derecho. México es jauja, tierra de nadie. Nadie toma decisiones por miedo al otro. A falta de otro tipo de celebración, y sin que suene (porque no lo es) a celebración a AMLO, yo celebro la toma y la implantación de decisiones.