viernes, junio 17, 2005

Editorial

La teoría del "middle man" (intermediario) y su (f)utilidad ha dado vueltas 15 años en el subconsciente colectivo internecio (díc. de los religiosos del "interné"). De hecho, internet debería de haber (debió de, se supone que intentó) eliminado o reducido al mínimo todos los intermediarios, los comerciantes que compran para vender, los distribuidores que acaparan para regionalizar, los dueños y directores de medios que dictaminan lo que uno ve y escucha y los editores que seleccionan lo que uno debe leer.

Poética e idealista, la mentalidad de los "internecios" se vio rápidamente abrumada por una realidad que no se deja vencer tan fácilmente por lo sueños y que es tan perversa que, con la mano en la cintura, los convierte en pesadillas. Es mi miedo, que el "internetismo" terminé como el "comunismo": una buena idea en un mundo perfecto en el que, ciertamente, no vivimos.

El efecto "Google vs Time Warner" (el valor en bolsa de Google ha superado al de Time Warner, convirtiéndolo en el más grande "media" del planeta) ha reavivado la batalla de hace 8 años. Dice mi mamá que siempre sí, que internet sí va a salvar al mundo. Y que como no había para todos, pues unos concentrarán lo que iba a ser para todos y lo distribuirán justa, sabia y equitativamente.

El "middle man" es, creo yo, inevitable. Sea en forma de gigantesco cluster (cúmulo) de servidores escaneando la red sin intervención humana (pero administrados económicamente por humanos nada altruistas) o en forma de estúpido padre sobreprotector de hijos tarados (este artículo de Letras Libres, donde uno de los hijos de Krauze "reseña" Revenge of the Sith es la prueba más fehaciente de lo idiotamente nepotista que es la sociedad mexicana).

Pero esa es la cara negra del "middle man". Y no hay sombra sin luz. El comerciante va y viene buscando lo que falta, lo que resuelve. El que hace, el que produce, no puede llegar a todo el que lo necesita. Si la sociedad industrial del siglo XX hizo del mundo lo que es fue por el movimiento. Todavía confío en Condé Nast para revistas, todavía sé que si quiero conseguir la opinión de la izquierda mexicana (para vomitarla o criticarla) tengo que leer La Jornada y si quiero saber lo que opina la derecha británica puedo visitar The Economist. Sé que Walmart vende más barato pero no todo lo que necesito y que Palacio de Hierro rara vez me dejará salir con las manos vacías.

Sé que detrás de todos esos aglutinadores hay creadores individuales. Sé que el caos del individualismo está apenas naciendo y que sus consecuencias serán tan imprevisibles como nefastas. Y que al final de todos esos shocks históricos la sociedad, la humanidad, algún avance habrá logrado.

Y como dice el dicho, si no, seguro habrá desaparecido y en ese caso, como en el otro: Para qué preocuparse!