Los viajes de ácido lisérgico estaban cargados de intenciones inocentes ("naives")en los 60's. La gente quería descubrirse a sí misma, mirar su interior. Enterarse, acaso, que algo valía.
El ejercicio de autovaloración parece ser el trance más complicado del individuo. El mero ejercicio de valorar (asignar valor a algo) ya es toda una tarea que suele rebasar las capacidades de la gran mayoría de la gente. Cuando se trata de tasarse, contrastarse o ubicarse, a uno mismo, conforme a otros marcos de referencia, la tarea puede, suele, ser imposible.
Estos ejercicios han tenido más auge conforme tenemos más tiempo para pensarlos. Pero una vez que uno aprende el delicioso vicio, el trabajo, antes impedimento para desarrollarlo (imagínense un esclavo/siervo de la Edad Media con tiempo para pensar en lo que valía), ya no es freno suficiente.
En el blog de Rox, en un post que hizo respecto a Sex & the City, comenté que el recurso de pintar mujeres "exitosas" para hablar de relaciones era ideal porque restaba todos los elementos externos y podía el programa hacer el énfasis en las relaciones per se sin preocuparse por circunstancias con las que el 99.999% de la Humanidad tenemos que lidiar.
La sexta temporada (la final) rompe con el esquema de analizar "las relaciones" más allá de su circunstancia. Para "finiquitar" la historia de cada una de las protagonistas, los autores recurrieron, finalmente, al entorno, que es lo que, por lo general, define nuestras relaciones.
Tomamos decisiones todo el tiempo. Y sin embargo, nunca decidimos. Perseguimos la verdad como si fuera un objeto alcanzable. La verdad está alrededor nuestro, todo el tiempo.