(sí, báncate, esdrújula, con acento mexicano, no grave y sin tilde)
Hoy no tengo neuronas, no razono. Hoy, menos que hace 12 horas pero todavía mucho, tengo la sangre hirviendo de lujuria malsana por la humillación del contrario.
Escribí un comentario en el post más leído de la historia de la blogósfera hispana. Es cierto, todavía en la final del Mundial 86 yo tenía sentimientos ambivalentes: la clase media mexicana, siempre tratando de escapar de la influencia gringa, posee una extrañísima (o sea, no entiendo a qué se debe) germanofilia. Por otra parte, la característica soberbia porteña es, con mucho, el rasgo más identificado de los argentinos en México. Exiliados muchos de las dictaduras de Videla y Galtieri, los argenmex siempre se han portado del carajo con los mexicanos. Sólo hasta esta segunda oleada, los refugiados del corralito han sido más asimilables. Como sea, yo sí empecé a pensar en América Latina a partir de esos días.
Pero el desprecio por los morenitos del norte por los sureños siempre ha sido patente. Cada taxi que usé en Córdoba en 2002 radiaba a sus colegas: "Mirá a quién tengo en el taxi: al chavo del ocho!". Qué puta chistositos, me cae. Buenos Aires, más cosmopolita, no escapaba tanto al estigma.
En Paseo de la Reforma, la avenida más bonita e importante del DF, hay una estatua a José de San Martín, otra a Bolívar y otra a Sucre (y sí, también a José Martí y a Cristobal Colón). A nosotros nos enseñan de los Libertadores de América en la primaria. Yo apuesto lo que sea a que ningún niño argentino de menos de 12 ó 14 años tiene la más puta idea de quién es Morelos, o Hidalgo o Vicente Guerrero.
Ayer, la mitad más uno de los argentinos vivió una de sus peores humillaciones. Seguro que el histórico 5-0 del Pibe Valderrama y la Selección de Colombia les dolió más. Pero el nivel de histeria colectiva visto ayer en la Bombonera de Boca Juniors fue, prácticamente, el fin de una era.
Boca Juniors era, hasta ayer, la bestia negra del futbol mexicano en la Copa Libertadores y, sí, también, el más grande campeón de clubes del continente en la historia moderna. Cruz Azul fue digno rival (el Amiérdica no cuenta) pero perdió "A lo Boca", tituló Olé, (el mejor diario deportivo de habla hispana, revisen la cobertura al partido de ayer) cuando Boca le ganó la final a Cruz Azul. Ayer, el mismo diario buscaba intimidar a las Chivas hablando de que Boca había puesto a los tres goleadores más importantes de la Historia. Dijo Semidiós en la Guerra de la Torta de Tamal: " A mí la Historia me vale madres, lo que importa es ahorita".
El Rebaño Sagrado, las Chivas Rayadas del Guadalajara, son el equipo de más arraigo en México, el himno del club dice: "en todo México siempre hay un Chiva hermano". Muy poco conocido en el mundo, en México es culto, religión. Como su gemelo en uniforme, el nacionalista vasco Athletic de Bilbao, el Guadalajara sólo utiliza jugadores mexicanos, normalmente surgidos de sus "fuerzas básicas" muchachos que como Omar Bravo, surgen del barrio, del pueblo. Por eso la gente se identifica fácil con ellos.
Pero ahora, con el nuevo dueño, un típico nuevo rico que no sabe qué hacer con sus millones sino darse gusto en sus gustos (Jorge Vergara produjo, para los pocos que no lo sepan, "Y tu mamá también"), también, además de la "sencillez" de pueblo, ha inyectado en el Guadalajara un gen muy despreciado pero muy efectivo: "El ganador". Aquí me da mucho gusto que seas popular querido, pero tienes que ganar, eso es lo importante.
Y el Guadalajara ya ganó. Es cierto que no le ganó al mejor Boca ni al mejor técnico (Bianchi jamás le hubiera escupido al Bofo como hizo el puto de Benitez anoche) pero la Bombonera sigue siendo un estadio de respeto y como el mismo Olé dijo, se contuvo a la máquina de goles más efectiva del continente los últimos 15 años.
Yo he llegado a querer mucho a la Argentina. Desde mis viajes a Bs. As. en 2001. He proclamado, aquí, mi predilección por la mujer argentina sobre cualquier otra en la Tierra. El vino y la carne, la Recoleta y Almagro, Piazola, Gardel y Storni. Pero el desprecio-coraje-ardor manifestado por los bosteros ayer fue una fuerte puñalada en esos sentimientos. Estoy seguro, porque lo he visto, que una eliminación a manos del Santos o el Sao Paulo les hubiera dolido mucho menos. Perder contra lo que ellos consideran un equipo menor fue de lo que más les ardió.
Pero ya era hora que el Continente sepa que los colores rojiblancos, más que los azules o amarillos, son la mejor muestra del orgullo mexicano. Y que la tradición de ese orgullo combinada con el cambio que México vive, que está aprendiendo a ganar y a no despreciar la mentalidad ganadora, les va a dar muchos dolores de cabeza en el futuro.