Pensé que ver "Diarios de motocicleta" me movería otras fibras. No digo que no lo haya hecho, las expediciones 1999-2002 que hice por América Latina, aunque fueron de trabajo, me permitieron descubrir lo maravilloso del continente. Sí, me volví un latinoamericanista convencido y particularmente fanático de Argentina y Chile. Conocer España en el 2002 acentuó, pronunció la identificación.
En el verano del 88 antes de cursar mi último año de preparatoria trabajé como chalán de mi abuelo, que es albañil. Dos meses estuvimos tendiendo trabes, levantando columnas, pegando tabique y un colado, poniendo la cimbra, amarrando varilla. Pero yo aprendí un valor que no conocía: La valoración del trabajo. Es algo intuitivo, o instintivo. Se aprende en la industria de la construcción mejor que en cualquier otro lugar donde yo haya trabajado (y sí he rolado de varias cosas) aunque, en mi modesta opinión, la gente que permanece mucho tiempo en la construcción adquiere al "trabajo" como religión fundamentalista, o como vicio (o una mezcla de ambos, que son lo mismo y son igual)
Yo me lo gano. Fui mantenido por mis padres, relativamente bien mantenido. Muy bien, si se considera su origen. Pero cuando planta el trabajo la semilla dentro de uno se coloca en un lugar tan estratégico del bublo raquídeo que los regalos caen mal. Durante la película, el personaje del Che se encabrona con los empleadores de una mina en Chile por la forma en lal que tratan a los trabajadores, una forma a todas luces inhumana. Cuando uno necesita el trabajo para llevar frijoles a la mesa de los que ama, no es importante un vaso de agua antes de trabajar. Es importante que lo elijan a uno para trabajar.
Sé que lo que sigue puede ser muy racional y que permanecer "trabajando" es totalmente animal. No pretendo explicarlo. Los que tienen oportunidad, como yo la he tenido, de sentarse y pensar sobre los que trabajan, no tienen idea del privilegio que esos momentos representan.
Yo sólo quiero esos regalos, momentos para pensar en mi motivación a trabajar como burro. Porque ni agua me gusta que me regalen.